Seguro
que conocen a uno. Es un espécimen que se define por su inefable capacidad de
saber de cualquier tema que se le plantee (o que él se haga venir). La
impresión que uno tiene cuando comparte oxígeno con el enterao es de estar
conviviendo a la vez con Aristóteles, Einstein, Bill Gates o Iñaki Gabilondo,
La ristra de sentencias indiscutibles que dispara por segundo lo distinguen.
Nadie a su alrededor puede contestar su elocuencia, ni superar su
convencimiento, ni cuestionar sus argumentos irrefutables, lo único que admite
el enterao es el asentimiento de cabeza.
La
pregunta que siempre me asalta cuando tengo un enterao cerca es saber por qué
trabaja de paleta y no está en la NASA, o por qué vende seguros y no está en el
CSID, o por qué se pasa el día en el bar y no dando conferencias en fundaciones
de prestigio. El enterao que sabe de todo no sufre demasiado para encontrar la
excusa perfecta. Cualquier circunstancia ajena a su control lo ha descabalgado
de un futuro esplendoroso y lo tiene estancado en una ciénaga que no se merece.
El
whisful thinking (pensamiento ilusorio) del enterao es pata negra y no descarta
que una historia a lo Pretty Woman acontezca en su rastrera existencia. Que
llegue un mecenas que sepa apreciar la luz de su clarividencia y lo lleve al
Olimpo de un empujón certero. Mientras el milagro sucede el enterao machaca a
su entorno con su saber de pacotilla. Le cuelga en la nevera a su mujer los
menús de la semana explicándole detalladamente las combinaciones nutricionales
a pesar de que luce una barriguilla premamá porque se bebe cervecitas en el bar
que no entran en el cálculo calórico que le esgrime a su cónyuge. Exhorta al
vecino a que instale aluminio en sus ventana.
Si el pobre incauto había pensado en uno de mayor calidad es un dispendio y si
lo hubiese hecho en uno más económico un ahorro de los que salen caros. Reprende
sin rubor a la panadera que las barras de pan salen demasiado crudas y le
encasqueta diez minutos de anécdotas sobre sus tiempos de panadero. Taladra a su
compañero de curro sobre sus soluciones para acabar con la corrupción aunque él se conchave con el
mecánico para que le quite el IVA de las reparaciones de su coche. Le cuenta al
dueño del bar donde se toma un cortado descafeinado cómo acabaría con el paro
en cuatro días, qué habría que hacer en Oriente Medio y a quien tendría que
fichar el Madrí. Aprovecha lo que tarda el ascensor en llegar a la quinta
planta para explicarle a una administrativa de una sección que no conoce los
perjuicios del aire acondicionado. Critica por lo bajini al jefe por su forma
de llevar la oficina mientras que él trata con la punta del pie al mensajero
que le trae la valija. Siempre está atento a las desgracias ajenas para aportar
su sapiencia y autoencumbrarse. Lo que
tendrías que haber hecho es… es una munición que siempre lleva en la
recámara del paladar para dispararla a la menor oportunidad.
¿Y qué sucede cuando
él se equivoca? ¡Oh, Dios! ¿Cómo he podido caer tan bajo? ¿Cómo he podido simplemente
pensar en semejante verbo? El enterao nunca (repito y tripito), nunca, nunca,
nunca, se equivoca. Ha sido un conciliábulo universal que lo ha llevado a una
distracción lógica por la presión sufrida. Él merece toda la comprensión que
escatima a los demás.
El
enterao es un chollo para los psicólogos, quien se deslumbre con su asombrosa
perfección tiene asegurada una crisis de autoestima.
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ResponEliminaSaludos cordiales de Abilio Aguilera
No estoy interesado en el intercambio pero gracias por el ofrecimiento.
Eliminano te interesa el posicionamiento estratégico? quémal te veo!
EliminaTú lo has dicho, todos conocemos a uno. Buen artículo. un saludo.
ResponEliminaGracias a ti por pasarte por la acidez de verano. Saludos.
Elimina¡Muy bueno Jordi! Lo describiste a la perfección y con humor (ácido).
ResponEliminaHay muchos de estos sabelotodo insufribles, que despliegan sus contradicciones como estandartes, sin que se les mueva un pelo.
Muchos saludos desde el invierno.
Los enteraos pueblan las aceras de todo el mundo habitado. Saludos a los que lleváis jerseis de lana porque sin pensarlo estaréis pronto en bermudas.
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