La
distancia entre lo que tendría que ser y lo que es se justifica con una entradilla
socorrida: Es que… Hay personas que se lo agencian en propiedad y es una seña
de identidad más sólida que su apellido. Lo convierten en destreza, en
caparazón impenetrable, en justificación perpetua de sus insatisfacciones, en
ley de vida. Las excusas (todo lo que empiece por es que tiene pinta de ello)
nos definen.
Hay avanzados Esques 3.0. (algún aparatejo tecnológico es la causa del
desaguisado) que conviven con otros que requieren una mano de pintura porque se ve a la
legua lo que quieren ocultar. Hay Esques reiterativos que tiene su orígen en un
trauma infantil, básicamente provocado por algún familiar. Si te se atraganta la comida es que tu
madre no te enseñó a masticar, si no te duran las novios es que cuando los besas
ves a tu padre, si nunca llegas a la hora es que fuiste sietemesino. Hay otros
Esques muy socorridos, los que proceden
de imponderables nunca achacables al sujeto paciente. Perturbaciones
meteorológicas que solo acontecen en los trayectos que recorre el Esque o locos
que se cruzan en el último momento para que no puedan coger el tren a la hora o farolas que se caen o perros rabiosos que hacen circunvalar
varios kilómetros. También tenemos Esques vulgares que decepcionan al que
escucha. Es que no me vino de gusto, es que no estaba motivado, es que soy así.
¡Por favor, un poquito de salero! Salgan todos los Esque de su rutina y pongan un
Esque estratosférico en su boca, el famoso doble Esque que necesita de una fe
inquebrantable para ser asumido. Es que no te lo vas a creer pero es que….
Si
el Esque es tu pareja átate los machos que lo tienes crudo. Te tocará ser
el coche escoba que recoja las deficiencias y reponga los desperfectos. Si el
Esque es tu hijo/a dáte por trincado, intentará que asumas todos sus errores y
si tienes complejo de aspiradora no dejarás de pagar facturas de psicólogos,
psiquiatras o médiums. Si el Esque es un compañero de trabajo solicitar el plus
correspondiente al jefe porque no pararás de cubrirle las ausencias, las
demencias y las carencias. Pero si el Esque eres tú, empápate la biografía de
la infanta Cristina o de la mujer de Bárcenas, célebres excusicas que mutaron a
vendedoras de cupones de la Once o accionistas de Gaes (aparatos para sordos).
Ni vieron ni escucharon nada de lo que acontecía a su alrededor. Esque no eran
tontas (todo lo contrario), Esque no les constaba, Esque confiaron en sus
maridos, Esque no tuvieron constancia, Esque les pidieron estar allí y no
podían negarse, Esque, Esque, Esque…
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