El lindo adjetivo me fue impuesto por una
compañera en el día de ayer. Se celebraba Sant Jordi en el instituto
y el departamento de Lenguas decidió montar una exposición con libros antiguos
y objetos del pasado que registró una asistencia (digámoslo suavemente)
discreta. En el otro extremo, el taller de Bachata (qué tiene que ver con el día
del Libro la sensual danza) arrojaba un llenazo espeluznante. La profesora adjetivadora se
quejaba amargamente del fracaso y yo simplemente me limité a poner cara de qué esperabas. Cuando me disponía a
argumentar los detalles de mi rostro me cortó en seco con el calificativo de marras.
Doy por supuesto que para destruir tiene que haber
algo en pie. La endeblez de las construcciones idílicamente edificadas por mentes
desfasadas o interesadas empieza a ser un elemento recurrente de estos tiempos convulsos
que vivimos que arrastran cadáveres que pensábamos inmortales en tiempos
estáticos. Nos gustaría que las cosas fuesen de la forma que habíamos pensado o
diseñado desde un mundo desaparecido pero las estadísticas de asistencia a la
exposición fueron las que fueron. Para descargar la decepción lo más relajante
es cargarse al que intenta explicar el fenómeno. Fui una víctima necesaria para
no emprender el camino de la reflexión.
Cuanto más me alejo de las justificaciones prêt-à
porter más rechazo cosecho. Comprobado empíricamente. Los que apresan las
sombras dentro de la caverna no quieren girarse para contemplar el mundo real
que se cuece fuera. Los rayos de sol les calientan el cogote pero prefieren
seguir persiguiendo siluetas falaces antes que girar el pescuezo y encontrarse
lidiando con la intemperie. Y así andamos desde Platón y miren que ha
llovido.
Los profesores del departamento de Lengua siguen
aferrados a las redacciones casposas y a los poemas infumables que componen alumnos
sin vocabulario y sin estructuras de pensamiento y de composición literaria
necesarios para ofrecer una mínima calidad. ¡Qué destructivo comentario!
Desdeñan los medios tecnológicos por los que se expresan estos nativos
digitales. Siguen repitiendo la estructura de los Juegos Florales de principio
de siglo como si el mundo no hubiese dado vueltas desde entonces.
Un buen destructor como yo tiene que hacer honor a
la condecoración. Observen la nueva versión de Cenicienta y verán por donde
anda la arquitectura moderna.
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