Mi pareja me zarandeó avisándome que alguien me
buscaba a horas intempestivas. A las 00.29 Bankia (amablemente) me informaba
por SMS que había hecho un gasto de 334,98 euros. ¿Telepático? A las 00.36
volvía a sonar el móvil para avisarme de otro cargo de 334,98 euros. Siempre
tan solícitos (desde que se fue Rato es otra cosa) me ofrecían la posibilidad
de fraccionar el pago (supongo que les preocupa que me haga un moroso de tomo y
lomo). Qué elegantes que son estos bancos que piensan en ti cuando tú te cagas
en la madre que los parió a ellos. Al
grano, cuando me rehíce de los dos ganchos de izquierda y de derecha y me
tambaleaba dando los datos al vigilante de guardia del portal electrónico de mi
banco para cancelar mi tarjeta me llegó un uppercut que dio con mis huesos en
el suelo provocando el ko técnico: 674,14 euros más de desfalco en mi famélica economía. La sangría
fue de campeonato. 1344,1 euritos del ala en el tiempo récord de 17 minutos. Una
productividad que dejaría sentada a la patronal española que siempre invoca al
vocablo milagroso para crear empleo.
Esta mañana me he enterado que contraté los
servicios de MARKETING DIRECT (seguro que es una de esas empresas pantalla que utilizan los Bárcenas o los Messi) y pagué la suculenta cantidad antes citada en
dólares por no hacerme nada (jo, igual que el marido de la Cospy). Y todo, sin moverme de casa y roncando como un poseso.
Demostrar que
no soy yo ese que ostenta tan generoso ritmo de vida me será difícil de probar,
en los ordenadores de mi banco consta que yo lo autoricé todo. De momento la
víctima soy yo, si adjunto la denuncia de los Mossos y la reclamación a VISA y
rezo tres padres nuestros y unas cuantas ave marías es posible que el seguro
que tienen estos timadores legales se haga cargo del desaguisado. Pero no es
seguro (valga la redundacia), ellos me dan un servicio, ellos tienen mis contraseñas y mis
seguridades, pero si falla el sistema, el pagano (o sea, yo) siempre pringa.
Como dicen los expertos en leyes, la deuda bancaria es prioritaria.
Los sermoneros me hablarán de los peligros del
dinero de plástico, los agoreros me explicarán sus desconfianzas varias pero la
cara de tonto que llevo todo el día es impagable. Estamos indefensos, queridos
lectores y lectoras, estamos a merced de unos piratas cibernéticos que con una
par de tecleos nos explican por qué nuestras abuelas se guardaban la pasta en
el refajo.
Una secta americana en la que milité hace un
tiempo, ya tendrán noticia de ella cuando publique mis jugosas memorias (espero
que el Lara me pague al menos 2000 euros para enjugar el descosido de esta
noche), se basaba en una máxima que ahora se vuelve en mi contra. CREO LO QUE
CREO. Y es que desde que leí la profecía del reputado filósofo Dan Denett de
que internet se vendría abajo y el mundo entraría en pánico, mi subconsciente
seguro que ha estado fabricando la trastada de esta noche de perros, mi jueves
negro particular.
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