Llevar lidiando (y domesticando) adolescentes
tanto tiempo me da una visión evolutiva muy interesante. Un adolescente es un
tierra de nadie. Manifiesta rémoras de su niñez (no olvidemos esa patria que se
configura antes de los 9 años), balbucea incongruencias desde un cuerpo en
construcción y el mundo adulto (los padres preferentemente) desea que
manifieste síntomas de integración para sentir que el tránsito a la
responsabilidad se está gestionando convenientemente. El desconcierto que crea
ese espécimen sin límites definidos se ha calificado con un eufemismo, como
casi todo lo que no tiene etiqueta en esta sociedad consumista: la edad del
pavo. Cada salida de tono, cada muestra de irregularidad emocional, cada
descenso en los niveles de respeto y comportamiento cabal se le achaca al navideño animal.
Mi experiencia me ha enseñado que la adolescencia ha
pasado de ser un sector desdeñable a convertirse en un lobby potente. Los
adultos de mi adolescencia (ya empezamos con la batallitas) equiparaban la
adolescencia a una fiebre, era cuestión de esperar que remitiese sin poner más
remedio que la paciencia. Hoy en día existen reputados “adolescentólogos” que
dedican esfuerzos y ciencia en explicar lo inexplicable. La ampliación del
carné de adolescente a límites insospechados (no se extrañen que llegue a la treintena o más)
empieza a generar conflictos internos en una sociedad que había amparado la
locura pavona pero que se da cuenta que algunos cimientos del edificio del
bienestar se agrietan por el exceso de peso de los improductivos.
Yo quiero integrarme en el lobby y les he
preparado un pequeño estudio en alpargatas para poder estar on fire en el tema
de adolescentes. Como base científica he elegido el programa Conexión Samanta
(Cuatro) titulado Poligoneros. Buscando un márketing necesario he calificado
las tres patas del estudio bajo el grandilocuente título de la La triple P
(para obtener alguna subvención de algún gobierno popular con fondos o incluso
de la mismísima FAES).
Primera P: POSTUREO.
Neologismo imprescindible que
califica la supremacía de la imagen sobre otros conceptos. El mejor ejemplo es
Abel, un tipo de 20 tacos que se aplica maquillaje para disimular sus granitos,
que se pega toda la semana de farra, que esconde tres pistolas en su
habitación, que no pega un palo al agua pero tiene caprichos para parar un
carro y que se ducha antes de salir a correr con sus colegas de estirpe. Merece
vuestra atención.
Segunda P: PADRE ENROLLAO.
Sarai ha estudiado
auxiliar de enfermería y no tiene previsto currar hasta que no salga nada de lo
suyo, el padre, un orondo prototipo de comprensión infinita se ríe de
desesperación, entabla combate peligroso con su hija para dilucidar quién
aguanta más de marcha (qué ricura la de este padre amigo). La vida de Sarai es ir de botellón en botellón. Viva la fiesta. No perderse los grititos de jaleo que recibe de sus amigas, creatividad en vena.
Tercera P: POKEROS.
La chica de azul refulgente
utiliza expresiones del calado de “me cago pa ti” o “jambón” (chicos). No se os
ocurra confundirlos con bakala, ella escucha música poky (sub-estilo de la
música electrónica). Imprescindible colgarse abalorios de oro (el de la prota del video
regalado por su abuela). Gafas de las buenas, cochecito y cinco suspendidas en
segundo de Bachillerato. Quiere ser administrativa o secretaria (faltaría
plus).
Y el país en crisis. ¡Venga ya! Tenía razón
Montoro, no todo son estadísticas.
La verdad es que el "buenismo" mal ejercido está haciendo mucho daño. Porque la realidad da bofetadas con la mano abierta y muchos padres intentan que sus hijos no sufran, evitando que se den de bruces con la realidad. No digo que no haya que protegerles, por supuesto que sí, pero no para siempre. Que el joven que no se enseña a las buenas (o sea, escuchando las advertencias de los mayores o siguiendo su ejemplo), se enseña a las malas. Así que ellos eligen. Yo creo que lo más importante es valorar más el esfuerzo como una solución para valerse por sí mismo.
ResponEliminaDesde el rol de profesor, con tantos alumnos y tan poco tiempo, en mi opinión poco se puede hacer, pero lo poco que se haga, que se haga bien, ¿no?