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-Tú mueves, chaval.
Es la frase final de la escena que os traigo
hoy, pertenece a la película El indomable
Will Hunting. Robin Williams debería ser el patrón de los profesores, desde
que vi a sus alumnos subidos encima de una mesa en El club de los poetas muertos que lo pensé. Un tipo que lo echan
por hacerles pensar es digno de ser venerado. A lo que iba, antes de entrar en
materia les propongo el visionado de la escenita.
Todos llevamos una máscara por la vida. En el
aula no podía ser diferente. Detrás del prepotente y el chulo, del tímido
agónico, del gris que se parapeta entre la multitud, hay una armadura que
protege del verdadero yo. Tenemos miedo a desvelar los verdaderos sentimientos,
los verdaderos objetivos en la vida, nuestras pasiones y nuestros talones de
Aquiles. Yo también llevo mi máscara, no soy un ser aséptico ni inocuo, cuando
interacciono con los alumnos me protejo, en el fondo tengo su mismo miedo, el
que descubran verdaderamente quién soy. Los puristas me dirán que eso es la intimidad
y que me ciña a los conocimientos y al programa. Yo que tengo poco de purista
(aunque cumplo el programa a mi manera) les respondo que en el acto educativo
(el de verdad) las máscaras estorban. No aprendo nada de alguien que no me fío.
No puedes decirme a qué huele la Capilla
Sixtina si no has estado allí. No puedes saber qué sucede cuando te despiertas
al lado de una mujer y te invade la felicidad si no lo has sentido nunca. Ni
podrás hablarme de la muerte si no has sostenido entre tus brazos a tu mejor
amigo o has apretado durante dos meses la mano de la mujer a la que amabas
mientras se despedía del mundo. No puedes enseñarme a ser vulnerable si nunca
lo has sido.
La educación emocional es el último peldaño de
una escalera larga y sinuosa. Después de subir conjuntamente muchos peldaños,
profesor y alumno, padre e hijo, amigo y amiga, parejas diversas y otras
especies, interaccionan compartiendo sabiduría. Hubo un tiempo en que la
educación emocional estuvo de moda, a mi me preocupó, sentía repelús al leer
los programas y conocer a las personas que los impartían. No se puede hablar de los sentimientos en
abstracto, es una entelequia absurda. Como suelo decir a quien quiera
escucharme: jugar al póker sin dinero no es jugar al póker.
Perfecto Jordi, como siempre.
ResponElimina¿Como quitarse una mascara cuando ya ni la notas?. Posiblemente ni uno mismo se reconozca y no te digo nada los demás. Creo que nos morimos con la máscara puesta. Creo que aún cuando nos ponemos estupendos y vamos de sinceros y auténticos, en el fondo estamos actuando y nuestra vanidad y auto complacencia nos domina.
ResponEliminaPara ir sin mascara por la vida tendríamos que empezar de cero, siendo nosotros mismos con cero condicionantes y esto es realmente imposible. Gracias por compartir tu experiencia y estimularnos el "coco". Un saludo.
Encomiable gladiador, creo que tienes mucha razón, nos pasamos parte de la vida (se requiere una alta dosis de valentía) intentando diluir la máscara y buscando la esencia. Otros, engordando el grosor de la máscara para ser buenos e ir al cielo,jajaja....
ResponEliminaTemplario, ya sabes que espero tus reflexiones sobre el tema de la máscara, te intuyo un gran experto.
ResponEliminaCreo que en Educación solemos cometer siempre los mismos errores. Creemos que cualquier tipo de contenido lo podemos atrapar entre las páginas de un libro o lo podemos evaluar en un par de preguntas a desarrollar. Lo hacemos con Ciudadanía, con la educación en valores y con la Educación emocional. ¡Qué simples y patéticos somos en ocasiones! Sin embargo este tipo de aprendizajes, los contemplemos en el programa o no, aparecen de manera inevitable en nuestros centros. Se dan a cada minuto, pues van unidos a cualquier contacto, a cualquier convivencia, a cualquier conversación que mantenemos.
ResponEliminaA veces nos obsesionamos tanto con atrapar la realidad en un libro de texto, que lo que hacemos es inventar realidades paralelas, mundos de Matrix, que desconciertan a nuestros alumnos por incoherentes.
Como siempre genial la reflexión. Un saludo Jordi.
Cierto Miguel, a veces todo es más sencillo, más natural, menos programable... Pero nosotros, erre que erre. Saludos.
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