Yo
estaba en una fila de enanos de seis años con una bata y una cartera. Ella se
estrenaba como profesora de primero de EGB. Vino de la fría Soria y nos
encontramos en la canturreada Badalona. Yo me puse a llorar como una magdalena
y ella, desde entonces y para siempre, la señorita Milagros, me dio su cariño y
me ayudó a superar el síndrome de Stendhal en mi primera semana de cole.
Ayer pasé
una tarde deliciosa con ella, nos encontramos 41 años después (que se dice
pronto), me dio un abrazo que guardaré en mi piel lo que resta de vida y juntos recorrimos nuestro colegio. Los ojos que cautivaron a aquel niño eran los mismos, aquella voz tan
singular volvió a acariciar mis oídos. Aunque no me lo notó empecé a menguar y
retorné a la patria de mi infancia, compartimos recuerdos,
visitamos los lugares sagrados que el tiempo había adaptado a sus necesidades
pero que dentro de la memoria se convierten en una indómita forma de
resistencia. Mi pareja nos acompañó en el periplo, con sus ojos de gata
observaba aquella mujer de la que tanto yo le había hablado, ella también es
profesora y rió cómplice cuando la señorita Milagros confesó que los alumnos de ahora
eran de mantequilla. Lo dijo delante de un campo de fútbol de tierra en el que
jugábamos más de trescientos alumnos en el año 72 y donde cinco pelotas volaban
sin piedad sobre las cabezas de unos niños sin remilgos. En aquella escuela se
confiaba en el profesor, todo lo que hacía la señorita Milagros era por mi
bien, en mi casa y en la sociedad no había dudas, si me rompía una hoja porque
mi caligrafía era deficiente no me traumatizaba ni pensaba en denunciarla,
sacaba otra y repetía el ejercicio hasta que ella lo consideraba correcto. En
la base de lo que soy está la mano de la señorita Milagros y de otros
profesores que con la mejor intención, con el máximo cariño y con una
dedicación que no podré pagar, me enseñaron a aprender. De todos y cada uno de
esos educadores he copiado estrategias y formas para ser mejor profesor.
Después
de la visita la señorita Milagros se fue a su casa a buscar unas
fotografías de mi época. La esperamos en un bar, allí surgieron más recuerdos,
la familia del dueño había regentado un kiosko en el que yo compré mi primer
regaliz de palo y mis primeros cromos. Vimos las fotos y a quemarropa mi señorita
me hizo otro examen. ¿Y tu vida? Se la expliqué con palabras que ella me había
enseñado, ella me compartió la suya. El sentido común apareció por la mesa
correteando y exigiendo un papel en esta educación tan descentrada. Y más
recuerdos para intentar devolvernos a un tiempo que no volverá. Nos abrazamos,
nos despedimos y creo que el próximo encuentro no será tan tarde.
De
vuelta a casa, en silencio, mientras conducía, pensé en la importancia de los
buenos cimientos.
Gracias Jordi por hacer que recordemos con esta entrada nuestra primera maestra...para mi la gran Dña Natalia.
ResponEliminaQue vayan aflorando los agradecimientos fructíferos...
ResponEliminaRecuerdos tiernos y nostálgicos.....Quien no ha ha tenido una señorita Milagros en su infancia escolar preludio y acicate de una vocación temprana....Bella y cálida memoria querido amigo Jordi....Un saludo.Paco León.
ResponEliminaAcicate... qué nivelón Paco. Tu señorita te espoleó lo suyo.Un saludo.
EliminaJajajajajajaj, no seas malo Jordi, acicatepara mi el tuyo, he leido algunos blogs , pocos, pero gracias a el ingenio, lo versatil que resultas y la extraordinaria prosa y estilo que me gastas ,quizás me anime a escribir un blog. Un saludo .
EliminaAvanti Francesco!!!!
EliminaYo también he tenido mi "Señorita Milagros". Para mí es un referente en la vida, un modelo a seguir cuando surgen dudas sobre qué hacer. Aunque sé cómo contactar con ella, no me atrevo. Total, para ella yo habré sido una alumna más. Aunque alguna vez que consiga algo importante, tengo decidido contárselo. Ver su cara de satisfacción será un premio para mí, pero me gustaría de alguna manera agradecerle lo que hizo por mí, que puede que para ella no fuera nada, puede que ni se acuerde, pero para mí fue todo. En fin, que no sé qué hacer con mi "Señorita Milagros".
ResponEliminaNo te creas, después de 41 años, mi Señorita Milagros me recordaba. No necesitas un amplio curriculum para dirigirte a ella, solo ese agradecimiento profundo que sobrevuela tu reflexión. Parezco Helena Francis....
EliminaPreciosa historia Jordi. Seguro que pronto serás tu "el profe Jordi" que se encuentra con antiguos alumnos y recibes el reconocimiento y afecto merecido tras tantos años de dedicación.
ResponEliminaYa he ido recogiendo algunos reconocimientos, es uno de las gratificaciones de nuestra profesión. Pero tampoco me olvido de La lengua de las mariposas de Cuerda. A veces las envidias también puede darnos un buen revolcón.
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