Diez (los alumnos supervivientes de Primero de Bachillerato) eran los
posibles candidatos a una beca de mi fundación. Seis cayeron en el proceso de
selección por desidia y por errores de cálculo. El sistema educativo (con una peligrosa laxitud) los ha pervertido y les complica su
integración a la exigente vida REAL.
Tengo mala idea, lo reconozco. En lugar de hablarle la última hora de curso
de recuperaciones y de otras zarandajas los cité a un acto lúdico además de
anunciarles vagamente que formularía unos criterios básicos para formar parte
de mi proyecto. Estos alumnos tipificados están acostumbrados a que cuando no
hay nota (sardinilla) de por medio no hay interés (si levantara la cabeza Pavlov). Suelen desaprovechar
las oportunidades porque creen que siempre habrá una recuperación. La lección
final (el NO educa mucho más que el SÍ) la impartí sin dictarla: los trenes
salen a una hora determinada y no salen cada vez que a mí me viene en gana. O
estás en el andén en el momento preciso o se escapan para siempre. Si se
quedaban a mi última clase debían permanecer tres horas más en el instituto
porque los rectores tienen normas estrictas para que los pájarillos no se
escapen de la jaula. Seis candidatos se descartaron por elegir otro camino. Tendrán
que esperar a otro tren. Bon voyage!!!
Los cuatro candidatos a FUNDADOS de mi FUNDACIÓN no son lo más granado del
sistema, pero de momento han tenido la paciencia de soportar mi último envite.
+1(como en Google). Un futuro estudiante de Administración de Empresas (que no
se ha enterado que con un solo sueldo en su familia y él que no pega ni golpe
le será imposible matricularse en la universidad). Un enamorado de la
Informática (que me hizo un vídeocurriculum horripilante sin gracia y sin
técnica). Un gregario profesional que sigue al enamorado de la Informática
adonde fuere (por eso sospecho que estaba en aquel momento en el andén). Un
aspirante a legionario (sí, sí, el rollo de la cabra y soy novio de la muerte).
Resumiendo, si Almodóvar hubiera estado a mi derecha en el solemne acto de
constitución de mi fundación ya tenía cuerda para una nueva peli que sin demasiado
esfuerzo le aseguraría la estatuilla del tío Óscar. ¿Y qué? ¿Hay que arredrarse
con las primeras estribaciones de la dificultad? Son alumnos que no tienen
ninguna posibilidad de triunfar dentro del sistema (igual que yo), pero tienen
60 días (ni uno más ni uno menos) para presentarme un proyecto ilusionante.
Segunda cláusula de la fundación:
El PROYECTO debe conducir a
FUNDADOR Y FUNDADO a la POLIMATÍA.
La palabreja también se la birle a Amelia Valcárcel. La polimatía
(del griego πολυμαθία, el aprender mucho (de
μανθάνω, aprender y πολύ mucho)) es la sabiduría sobre campos
diversos. Me salgo de la uniformidad de la investigación universitaria que
quiere saber mucho de una disciplina para desatar la creatividad de los
FUNDADOS y del FUNDADOR. Deseo que bebamos en estanques diferentes, especialmente
arrancando de la experiencia, de la vida real.
Acepto la pregunta que ahora seguro que ronda por vuestras mentes
calenturientas.
-
¿Tienes
algún proyecto pensado para ellos?
-
No.
-
¿Tienen
algún proyecto ellos en mente?
-
No.
Tic, tac, tic, tac…. Una última cláusula en esta segunda entrega.
EL FUNDADO me hará llegar
noticias de sus cavilaciones y de sus investigaciones por correo electrónico.
Si el FUNDADOR no responde es que no se ha estimulado su curiosidad o no
considera que la propuesta tenga la calidad necesaria.
¿Despotismo? No, ni mucho menos. Prescindir de los formulismos para dejar
al descubierto la energía más sutil y más
necesaria de cuantas existen. No quiero que me atosiguen con eufemismos
como el esfuerzo. ¡Quiero resultados!
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