Ha
querido la casualidad que el último post de VOZ ÁCIDA sea el número 100 desde
que inicié este proyecto. ¡No nos dejes Jordi! ¿Qué haremos los desvalidos lectores sin el calor de
tus agudos pensamientos? ¿Cómo podremos transitar en este valle de lágrimas sin
la luz que desprenden tu afilada pluma? Tranquilo, pueblo, tranquilo. No os dejo (y espero que vosotros a mí tampoco, cabritos). Hoy acaba VOZ ÁCIDA y el lunes empieza VOZ
ÁCIDA DE VERANO. Llámenme chorra (y no les faltará razón) pero me hace ilusión
remodelar un poco el decorado de mi blog y adaptarlo a las necesidades
estivales. Antes les dejo las escurriduras (expresión materna).
No
pudieron imaginar aquellos primeros propietarios el mal que nos llegarían a hacer. Creyeron haber inventado la sopa de ajo, la cuadratura del círculo mercantil pero, a la chita callando, nos inculcaron unos hábitos que ahora son los que nos impiden levantar el techo que se nos ha venido encima. Hablo de las
tiendas de TODO A CIEN.
Nacieron en tiempo de las pesetas y fueron las
precursoras de los bazares chinos que se han multiplicado geométricamente en
todos los barrios de nuestras ciudades. Los productos que se podían adquirir en estos nuevos antros
seguían el protocolo de la triple B: bueno, bonito y barato. A los tres días
comprobábamos que no era bueno (se había chingao sin mediar motivo), ni bonito
(se había desteñido el falso esplendor con las dos primeras rozaduras), ni tampoco era
barato (si no duraba y había que comprar otro la inversión era poco rentable). La
competencia voraz de estos chiringuitos multiespecialidad ahogó a las
tiendas de toda la vida. C’est la vie! Los neoliberales proclamaron a los cuatro vientos sus teorías sobre la competencia, la desregulación y otras mentiras disfrazadas de verdades. Si cogemos el gran angular apreciaremos que la sociedad actual se ha convertido en una gran tienda
de TODO A CIEN. Los valores sobre los que debería sustentarse el progreso son
de ñigoñago y nos han llevado a creernos cosas que no somos.
Tiro
de nostalgia a mansalva para recordar otras vacaciones y otros veranos que poco tienen que ver con éste que ahora empieza. ¿Recuerdan los veranos en que los niños que no habían
estudiado se quedaban castigados sin pisar la calle? ¿Recuerdan a las niñas
(tradición machista detestable) que tampoco pisaban la rue hasta que no dejaban la casa como los chorros del oro? ¿Recuerdan los niños/as que hacían
recados sin rechistar o que acompañaban a su madre al mercado? ¿Recuerdan los veranos en que el único destino turístico era el pueblo de tus padres y que la tecnología más sofisticada era
el botijo? ¿Nos aburríamos con estilo, verdad? ¿Recuerdan aquellos veranos en que los abuelos
reprendían por la calle a los gamberretes sin miedo a que les devolvieran un
improperio?
Siempre
le podremos echar la culpa de lo que nos sucede a los espejismos que nos vendieron
en las tiendas de TODO A CIEN.
Fin del post centenario.
Hola Jordi, enhorabuena por tus 100 post o mejor dicho tus 100 dosis de acidez, GRACIAS por compartirlas.
ResponEliminaYo si que me acuerdo de aquellos veranos, e incluso cuando era niño/joven tenía que trabajar más duramente que la resta del año, es lo que tiene ser de pueblo, pueblo.
En espera de tu acidez estival, un abrazo.
Imagínate la acidez que me saldrá con un mojito bien cargado y esa brisa de fin de tarde que desata todas las malas intenciones. Celebro haberte conocido con la bendita acidez. Un abrazo.
Elimina¡¡Felicidades!! ¡Ánimo Jordi!! ¡ Te seguiremos!! Después de todo creo que vacaciones fuera de casa como que no, ni al pueblo vecino...Y esto de leer tus entradas resulta: bueno, bonito y barato ( y no es un espejismo). Un besote.
ResponEliminaLa tripe B aplicada a la acidez.... ¡buena conexión, sí señora! Volveré con ánimos (calurosos) renovados....¡al ataqueeeeeee!
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