Estamos
rodeados de sabios y no sabemos apreciarlo. No hablo de cátedras o tratados filosóficos. Me refiero a personas que han sabido establecer
unos postulados coherentes para disfrutar del tiempo que se les concedió en este planeta. Observarlos, alimenta.
Quiero rendir homenaje a una actriz como
la copa de un pino. Han pasado algunos días de su muerte, y más pasarán, pero
no borraré de mi memoria su magnífica interpretación de malísima madre del
Magistral (Carmelo Gómez) en la serie televisiva La Regenta. En paz descanse
Amparo Rivelles.
No pretendo loar sus dotes interpretativas, su capacidad para
expresar una frialdad gélida, su dilatada carrera profesional, su versatilidad.
No. La curiosidad me llevó a entrar en el territorio de la persona, de la
mujer. Encontré una entrevista en EL PAÍS que le realizó Maruja Torres (la
despedida) en 1994. Recién concluido el rodaje de La Regenta, Amparo ya avisaba
que “la gente me va a odiar”. Describía
con nostalgia un tiempo glorioso del cine español aunque pagando peaje: “La gente prefería las nuestras. Estaban
bien hechas, pero no se podía tocar ningún tema. No existía la política, no
existían el aborto, ni el divorcio, ni el adulterio. Había que hacer películas
de época, y suplir el vacío con grandes escenarios, que se hacían maravillas en
decorados.” La madre de Amparo llenó el hatillo de su hija con principios
rellenos de sabiduría vital: “La vejez es
la falta de curiosidad”. La actriz apostillaba con prontitud: “Yo todavía tengo curiosidad por las cosas”.
Rebusco con urgencia por mi biblioteca y extraigo un ejemplar del libro José y Pilar, las confesiones de José
Saramago y Pilar del Río. Es delicioso, más que para conocer al Premio Nobel
que ya dejó en sus obras la mayoría de sus lúcidas (y sin acento también)
reflexiones, las conversaciones inéditas sirven para adentrarse en la
cosmogonía de Pilar, mujer con lengua de hierro que arrasa con sus aseveraciones a prueba de bifurcaciones. Siguiendo el hilo de la madre de
Amparo Rivelles, Pilar relata lo que le escuchó al profesor de la Universidad de Sevilla e historiador Ramón Carande que tendría
unos ochenta años mientras Pilar rozaba la treintena. “Un
día pierdes movilidad, otro día pierdes la vista, otro pierdes la capacidad
auditiva, pero lo malo es el día que pierdes la curiosidad. Cuando todo deja de
interesarte te das cuenta que te tienes que morir, y cada día que vives de más
ya empieza a ser una faena”. No se dejen engatusar por las cremas
antiarrugas y la propaganda del culto al cuerpo que nos invade desde el gigante
consumista, la vejez es una actitud ante la curiosidad.
Siguiendo
el paralelismo entre ambas mujeres, observo una fortaleza común que nace de la
ausencia de quejío, de culpa, de excusas. Amparo fue madre soltera y explica el
motivo: “Quise tener a mi hija y no
casarme, por mi voluntad. En aquella época, todas las proposiciones
matrimoniales incluían que me retirara, y yo quería seguir con mi carrera,
vivir normalmente. Eran tiempos en que te casabas para siempre, no había
divorcio y no podías ni salir del país porque figurabas en el pasaporte de tu
marido. Y yo era y soy independiente. Mi madre me aplicó el refrán de los
chinos: me dio una caña y me enseñó a pescar”.
Pilar manda al carallo a los que pretendían que se embalsamara junto a José Saramago por su avanzada edad y no saliera de su retiro de Lanzarote (básicamente para que no agitase conciencias por esos mundos de Dios). En una diatriba para enmarcar afirma: “Es que no quiero que me queden cosas sin hacer hoy porque no sé si mañana voy a estar. Y quiero vivir con toda la ilusión del mundo como si fuera el primero… Que lo importante de la vida es cumplir cada día, vivirlo, llenarlo. No tratar de acaparar, ni de tener, ni de ambicionar.”
Pilar manda al carallo a los que pretendían que se embalsamara junto a José Saramago por su avanzada edad y no saliera de su retiro de Lanzarote (básicamente para que no agitase conciencias por esos mundos de Dios). En una diatriba para enmarcar afirma: “Es que no quiero que me queden cosas sin hacer hoy porque no sé si mañana voy a estar. Y quiero vivir con toda la ilusión del mundo como si fuera el primero… Que lo importante de la vida es cumplir cada día, vivirlo, llenarlo. No tratar de acaparar, ni de tener, ni de ambicionar.”
Amparo
y Pilar, un placer.
Encuentro en mitad de este texto la clave en la que tal vez haya que incidir más hoy en día: "Siguiendo el paralelismo entre ambas mujeres, observo una fortaleza común que nace de la ausencia de quejío, de culpa, de excusas." Yo añadiría la protesta, reivindicación y la acción. Me lleva los diablos ver que, en este país, el quejarse como un pedigüeño, el evadir responsabilidades y el excusarse de todo han cobrado una hegemonía intolerable.
ResponEliminaUn saludo.
Absolutamente de acuerdo. Un saludo.
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