Que
legislen lo que les venga en gana, que mientan cuanto quieran, que se llenen la
boca con estadísticas macroeconómicas inventadas o manipuladas, que muevan las
banderas que les apetezca, que digan las barbaridades más ignominiosas en las
cadenas montadas para su lucimiento tétrico, que persigan a los jueces justos,
que interpreten la Constitución con la misma habilidad que los meapilas lo
hacen con la Biblia, que escondan a los que les pagaron los vicios, que se
desgañiten convenciendo a los que ya están convencidos porque tienen los
bolsillos llenos de sobres que nadie sabe dónde se llenaron de billetes, que
vendan la Marca España por todos los mercadillos aunque no les den las
Olimpiadas ni a tiros, que se les llene la boca de criticar a los rojos por
destruir el país y culpar a Zapatero de la muerte de Manolete, que se chuleen
de no aceptar chantajes de los secesionistas egoístas, que denigren a los
periodistas poniéndolos en dos filas, los afines y los otros, que den subvenciones
y prebendas a los suyos y calabazas a los míos. Me la suda. Pero lo que no voy
a aceptar bajo ningún concepto es que me meen en la boca. Si tengo la palabra
la ejerzo, si todavía puedo escribir en un blog sin que me apliquen una
reconstituida ley de vagos y maleantes, lo hago.
Todo
se sostiene en la memoria. Los verdugos aspiran a que las víctimas y sus
descendientes se olviden de sus atrocidades. Borrar las huellas, fomentar el
desinterés, mezclarse entre la multitud y a otra cosa mariposa. La historia se
repite por mucho que insistan en que no. En la transición se nos exigió a los
españoles un ejercicio de olvido para superar las divisiones y construir un
país en libertad. El olvido no se lleva nada bien con la injusticia. La
injusticia debe pagar su tributo antes de pasar la página siguiente. Nosotros,
tan judeocristianos, nos creímos el rollo de la buena voluntad y ahora, casi
cuarenta años (uf, qué mal suena) después nos sentimos empachados de mentiras y
se anuncia vómito de los gordos.
El
tema del aborto y su instigador Gallardón es un ejemplo de meada en la boca. Los
leones de las Cortes, tan formales ellos, escucharon con estupefacción como el
ministro de Justicia se bajaba la bragueta. No tuvo reparo (ni vergüenza) en
llamar egoísta a la portavoz socialista por defender los derechos de las
mujeres. ¿A quién se le ocurre? Ni que fuera ellas las que tienen que parir. SUPERALBERTO
(el ego de este tipejo no cabe el universo) defendiendo los derechos de los no
nacidos (otra multitud silenciosa). Miccionó a placer sobre nuestras bocas
cuando demogogó diciendo que si los rojos se deshacían con esa frivolidad de
los embriones quien le podía asegurar que un día no harían lo mismo con la vida
de los ya nacidos.
¡Hasta
aquí podíamos llegar, Gallardón sin gallardía! El heredero de los golpistas, de
los que apretaron el gatillo de la represión para llenar las cunetas de nacidos
contrarios a sus ideas, por arte del olvido necesario para superar los viejos
(eternos) odios, ahora se ha convertido en paladín de la democracia y de la
defensa de la vida. Guárdate la chorra y deja de sermonear con argumentos
trucados.
Méate
en el inodoro de los que mean como Dios manda porque nosotros no estamos
dispuestos a obedecerte y menos a humillarnos con tus patrañas. Os adjunto al
gurú que nos marca el camino y no este indecente trilero que se cree que no
sabemos de dónde viene, y lo que es más importante, adónde va.
¿Como es posible que todos tengan que decidir sobre lo que mi cuerpo y mente de mujer necesita? PUffffffff, que asco de meada!!!!!!!!
ResponEliminaUn beso.
La nueva ley veja a la mujer y la envía a la categoría de ciudadana de segunda.
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