Se
advierte a los lectores de este relato que cualquier parecido con la realidad
es pura indecencia.
- -¿Usted no tiene una cuenta en
Suiza?
- -No.
- -¿Gibraltar? ¿Islas Caimán?
- -No.
El
psiquiatra no puede disimular la mueca de preocupación. Yo empiezo el
empequeñecimiento.
- -¿Ha recibido un sobresueldo?
- -No
- -¿Un mísero sobrecito con unos
miles de euritos? No le hablo de millones, ya ve usted que le pongo bajo el
listón.
- -Nada.
- -No me diga porque no me lo creeré
que es de los que paga religiosamente a Hacienda.
- -Sí.
- -Señor mío, como siga por ese
camino no me va a quedar más remedio que ingresarlo en el psiquiátrico más
cercano. Bueno, no es tan fácil, con los recortes nos hemos quedado sin centros
especializados para miserables como usted.
Se
mesa los cabellos, se pasa la mano por la barbilla y me mira como si contemplase
un auténtico bicho raro. Y lo soy. Yo me sentía un ciudadano normal hasta que empezó
la maldita crisis y las noticias de los periódicos y de la tele me hicieron
sentirme ridículo. Los telediarios estaban sembrados de personajes que llevaban
unas vidas fantásticas a costa de burlar las leyes por activa y por pasiva. Y
yo, gilipollas y absurdo, sableado por todas partes. No me siento normal, soy un timado. Creí
que un buen psiquiatra podría anestesiar mi ansiedad, ya sé que está aplicando conmigo
una técnica agresiva, sacar a flote toda la mierda para que pueda digerir lo
que vivo cada día.
- -¿Es grave lo mío, doctor?
- -No quiero precipitarme en el
diagnóstico pero déjeme que siga con las preguntas, si está en mi mano y tengo
un pequeño resquicio al que agarrarme, le manipulo algún síntoma y lo convierto
en un hombre normal.
- -Muchas gracias, doctor.
- -¿Trabaja en la administración
pública?
- -Sí, hice oposiciones.
- -¿Cómo? ¿Qué me está diciendo? ¿Ni siquiera lo enchufaron los de su cuerda?
- -No.
- -Por favor, por favor, no me diga
más…. ¿Entonces seguro que no ha cobrado dieta alguna por asistir al consejo de
administración de cualquier empresa pública o caja de ahorros?
-
- Obviamente no.
- -Me lo está poniendo extremadamente
difícil. Vayamos por el otro camino. ¿Ha sido sindicalista? ¿Ha cobrado un
pellizquito como contribución a algún ERE irregular? ¿Una limosna de los
vientres agradecidos?
-
- Tampoco.
-
- Usted tiene que ser un integrista
católico. Seguro que se ha creído esos mensajes a favor de los pobres de Paco
I. ¿A que sí?
- -Soy ateo.
- -Se me van acabando las
posibilidades, señor mío. ¿Especulador inmobiliario? ¿Una recalificacioncita
por simple que fuese? ¿Un terrenito de la abuela? Cualquier cosa me sirve para
no considerarlo un primo integral.
-
- Nada.
-
-¿No ha intentado colocarle unas
preferentes a una abuela analfabeta? ¿O a un niño que no ha nacido?
-
- Tampoco. Es que yo solo soy
profesor.
- -Usted lo que es, y perdone que se
lo diga tan crudamente, es un perfecto don nadie. No tiene curación. Bueno sí….
Ahora que lo pienso, deme 500 euros mientras que encuentro algún remedio a su dramática
existencia.
Fantástico!
ResponEliminaGrace mile!!!
EliminaJajajaja, te has superado!!! Es buenísimo!!! Una pena que solo seas un perfecto don nadie, podías dar mucho de sí. Un besote.
ResponEliminaEl destino ha sido cruel conmigo. Pero no desespero, a ver qué me explica en la próxima visita mi honesto psiquiatra. Besotes.
EliminaSomos islas sin barcos, nubes en un día soleado. Solo hay que seguir comunicándonos y poco a poco iremos acercándonos. Yo también soy una don nadie. Y a mucha honra!
ResponEliminaTotalmente de acuerdo con tus parámetros náuticos y con el orgullo donnadie. Ahí estamos.
Elimina