Yo, de pequeño, era un monillo de feria. Mi madre
era la instigadora del espectáculo. Me
pasaba el día entre cromos de jugadores de fútbol. Además de montar unos
partidos del copón (en los que siempre ganaba el Espanyol) y narrarlos con el
énfasis de mi adorado Fernández Abajo, sabía identificar sin riesgo de error a todos
los jugadores de Primera división.
Vaya cosa pensarán los precipitados, no se
impacienten, aquí llega mi habilidad: yo los identificaba simplemente con que
se me dejase ver un poco de su pelo, del verde del estadio donde se hicieron
las fotos o de la botas del futbolista. Con dos cromos
obstruyendo la obviedad, quedaba una franja de menos de un centímetro con la
que debía lidiar mi memoria visual para reconocer al interfecto. Cardeñosa (el
del gol fallado ante Brasil en el Mundial del 78) era el más complicado. Durante un año coseché
elogios entre las visitas, un qué cosas
tiene este chiquillo era suficiente medalla para mi ego.
¿A qué viene este
derroche de nostalgia? Cosa de Yaacov Hecht, un guru pedagógico israelita que
se encuentra en el mismo nivel que el graciosillo Ken Robison o el inteligente
múltiple Howard Gardner. Como afirma el periodista Lluís Amiguet en la
entrevista que le hizo ayer en La Contra de la Vanguardia, “uno de los que han superado la vieja
pirámide educativa de células huecas que transmiten conocimiento de arriba
abajo”. Según Hetcht a las empresas actuales más punteras les interesa qué
saben hacer sus futuros empleados y lo que es para mí más novedoso, cómo lo han
aprendido. ¿Cómo? “Porque revela si será
usted capaz de seguir aprendiendo por su cuenta para estar siempre en
vanguardia”. Lo que aprendieron en la universidad es el pasado, un
retrovisor cojonudo pero que no sirve para otra cosa que para mirar hacia
atrás. La carretera superada es interesante, puede que no difiera
sustancialmente de la que nos espera, pero a la primera curva, hostia que te
crió. Cómo lo aprendieron es una luna delantera limpia y despejada que puede
conducir directamente a la semilla de la innovación.
¿Y el rollito de los
cromos dónde encaja? ¿Tu vanidad? “Encuentre
la cualidad que le hace diferente y cultívela” receta el avispado Hecht. El
reto es convertir la cualidad en forma de subsistencia. La memoria visual me
permite recrear espacios, personajes, climas escénicos. La verborrea que
desarrollé en los partidos que jugaban mis cromos (manipulados por mi mano
interesada en que ganase mi equipo) junto a los conceptos que aprendí en todas las
clases de lengua a la que asistí en la enseñanza reglada más la pasión que me
produjo la lectura de Cien Años de
Soledad, la he canalizado para escribir estas líneas que espero que sean de su
agrado.
El qué y el cómo.
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