La guadaña afilada corta cabezas a troche y moche.
En un finde se ha llevado por delante a dos personajes que merecen una
reflexión. Uno nacional y otro foráneo.
Luis Aragonés, alias Zapatones, el Sabio de
Hortaleza, el inventor de la Roja, murió de leucemia a los 75 años. Es pisar el
otro barrio y las alabanzas y los elogios llueven sobre tu persona
torrencialmente. Yo he tirado toda la paja (periodística, eh!, que no está
el horno para confusiones) y me he
quedado con un adjetivo que me parece definitorio del futbolista y
posteriormente entrenador de un gran número de equipos (sobre todo de su
Atleti) y de la selección nacional. HOSCO. Huraño, áspero, desagradable, poco acogedor.
Esa era su imagen. Un pelo descuidado y sesentero, unas gafas generosas en
vidrio, un hablar poco fluido y cazallero. Encuentren las mil diferencias con
Valdano o Guardiola. En el negocio del futbol moderno (Circenses) de esta
España postmoderna se requiere a los protagonistas del show que sean duchos en el
verbo fácil y que se vistan a la moda. Hay que embadurnar el postpartido de
sentencias hueras y chaquetas caras, para que los criachuelos sueñen con pertenecer
a la élite más fashion.
Luis registró titulares poco edificantes, el enardecimiento
barriobajero con el que quiso provocar a Reyes “dígale de mi parte a ese negro que usted es
mejor que él” (refiriéndose
a Henry) le puso en la boca el carné del KKK. Menuda tunda se llevó el hosco. La
no convocatoria de San Raúl o los traqueteos a Samuel Etoo le valieron editoriales
hoscas de periódicos deportivos y no tan deportivos. Jugadores y colaboradores que se codearon con
él alegan en su descargo su franca sinceridad, su forma directa de atajar los
problemas (decirle a Romario que le mirase a los ojitos era un desafío), su
honradez y coherencia (lo certifica su apoyo a los jugadores en el motín del
Hesperia en todo un Barcelona) o su capacidad de adaptación (el rey del
contragolpe que cambia de táctica cuando tiene los jugones bajitos y se lleva
la Eurocopa del 2008). Bajo la capa de hosco escondía un cachondo, sus
chascarrillos eran de una intensidad desternillante. Xavi, usted no es japonés, usted (siempre trataba así a sus
subordinados) entiende lo que le digo. Casillas, no me mire con la cara que
ponen las vacas cuando pasa el tren. Lástima que la muerte siempre sea la
que tenga que hacer justicia.
También ha caído, mejor
dicho, se ha tirado al joyo, el actor Philip Seymour Hoffman. En mi memoria
siempre quedará su brutal interpretación en la peli La duda. Me sumo al crítico de La Vanguardia Pedro Vallín que rastrea
por las teorías de Hitchcock sobre la irrompible relación entre el físico de un
actor y los papeles que puede interpretar. La naturaleza pelirroja y albina de Seymour era perfecta
para dudar del padre Flynn. La mala baba de Meryl Streep (soberbia) lo condenó
desde el principio, la meliflua hermana James lo salvaba y lo absolvía
columpiándose por la duda y al espectador lo traía a mal traer porque en cada
secuencia dejaba destellos de un horrendo pederasta o de un magnánimo párroco
preocupado por los malos tratos de un chico negro.
La aparición de Philip
Seymour Hoffman en una película era sinónimo de calidad, no había duda.
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