Escribo a pie de observatorio meteorológico. Esta
mañana, a primera hora, me han faltado seis
alumnos. No sería extraño que me los encontrase a media mañana paseando
tranquilamente por los pasillos. Si les pregunto (cada vez lo hago menos), me
pueden responder sin pestañear que se durmieron o que les dolía la barriga o
que tuvieron que quedarse con su hermano enfermito (siendo hijos únicos).
También puede ser que no asistan en todo el día al instituto (poco probable por
el efecto socializador de la institución escolar, en casa se aburren) y que
aparezcan al día siguiente tan panchos. Entre los ausentes puede que alguno realmente
sufra una indisposición que justifica su ausencia pero alguno (no me hagan
investigar que no me pagan para hacer de CSI) podría perfectamente haber
calentado la silla sin excesivos problemas. El jefe de estudios obliga a los
tutores a que se justifiquen las ausencias. Periódicamente me van llegando
papelitos (arrugados, manchados, ultrajados) con excusas peregrinas o clásicos
del campaneo. Hay un programa contra el absentismo escolar pero los sujetos aquí citados son faltones ocasionales. El informe PISA ya hablaba
de ellos, detrás de la espectacularidad de las horrendas cifras de comprensión
lectora, se escondía otro dato escalofriante. El 28% de los alumnos falta a clase al menos una vez cada dos semanas sin justificación.
La marejada es provocada por el viento, sus olas
no suben más allá de los 6 o 7 metros, suele propagarse unos 150 m mar adentro
y va perdiendo intensidad a medida que nos alejamos del lugar donde el viento
la está produciendo. El origen del maremoto son terremotos en el interior del
océano, se rompe el equilibrio natural y una fuerza equiparable a un latigazo
mueve el agua hacia la costa provocando olas pueden llegar a los 30 m de altura
y que no rompen en la orilla sino que arrasan todo lo que pillan.
La marejada no exige medidas especiales, es
asumible con las medidas de seguridad habituales. Cuatro desperfectos y a
correr. Creíamos que la crisis era una marejada. Un desastre estrictamente
económico que se debía corregir con medidas del mismo ámbito. Poco a poco vamos
tomando conciencia del maremoto que nos viene encima.
Me importa un pepino si sube el PIB un 1% puesto
que es imposible que con este crecimiento se pueda recolocar al 26% de parados
(muchos de ellos de larga duración). Es como poner un biombo para frenar una
ola de 20 metros. De Guindos o Rajoy son unos hombres del tiempo que llevan jersey con un sol de justicia. ¿Y
el absentismo escolar que pinta en todo este análisis? En el año 373 A.C., los griegos describieron
como ratones, serpientes, comadrejas, ciempiés y escarabajos abandonaron la
ciudad de Hélice días antes de un terremoto devastador. El tsunami de 2004 que
cobró la vida de 200.000 personas aparentemente mató pocos animales. ¡Al grano,
por favor! Las nuevas generaciones y eso
que se ha venido en llamar generación perdida (talluditos de entre 25 y 35
años) han visto venir las primeras olas gigantescas a su orilla, la magnitud de
la tragedia los paraliza y deciden combatirla con evasión. El mundo no va con
ellos. La familia les ha prometido que siempre estará ahí, los abuelos ponen la
pensión a disposición de sus hijos y sus nietos, los padres no comen pero
mantienen el internet del niño en el móvil para que no sufra. Barreras absurdas
que posponen el ahogo. Un manglar de paternalismo ha frenado los primeros
revolcones, ¿Hasta cuándo? ¿Cuál es la solución?
Las variables que yo he detectado desde mi
observatorio (instituto) son corroboradas por otros centros alejados del ámbito educacativo. El economista Niño-Becerra, profesor universitario y también asesor de empresas
familiares, describe el aterrador panorama. Maremoto, maremoto.
Y algunos, muchos, los más, usando la "táctica del avestruz" o escondiendo el problema "bajo la alfombra".
ResponElimina«Mientras alguien se ocupe de mi, ya sea el estado pagándome un subsidio (que es mío) o una prestación (que me la merezco igual o más que un inmigrante/gitano); o bien mis padres (que para eso están)... Mientras sigan preocupándose de mi, seguiré esperando impasible e indolente a que llegue el momento que otro EMPRESARIO se ocupe de mi dándome un trabajo.»
En este país falta un poco de espíritu de «mejora» (entre muchas cosas). Que por lo que cuentas de algunos de tus alumnos; se ve que no espabilan ni viendo cómo está el panorama.
Espíritu de mejora. Me quedo con la expresión e intentaré sacarle punta. Muy de acuerdo con tus precisiones.
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