Cuanto
más mayor me hago (hay que tener redaños para empezar así un escrito) más cascarrabias me
vuelvo con las palabras, voy una y otra vez al diccionario como quien va a la
fuente a buscar el agua que no tiene en casa. Tengo sed de conocer las caras
del poliedro para poder jugar con la luz que se proyecta en ellas.
Por
supuesto que sabía lo que era un chasco (la acepción de enmarañado la desconocía),
yo mismo me he llevado algunos sonoros y monumentales. Me pareció un vocablo
perfecto para resumir lo sucedido este lluvioso finde con el rollo de la
candidatura de Madrid a las Olimpiadas del 2020. O sea, una decepción que provoca un suceso contrario a lo esperado. Demasiado
plano y previsible, la acepción más acorde la encontré a continuación en mi
socorrido diccionario. Burla, engaño que
se hace a alguien. Ahora sí, esta pone las cosas más en su sitio.
Creo
que a los miembros del COI les interesa el deporte lo mismo que un servidor la
cría de pollos. Tienen entre manos un pingüe business y se venden sin rubor al
mejor postor (ripio recalcitrante). Hay que invertir unos dinerillos en
infraestructuras y otras zarandajas para recoger los beneficios en forma de
publicidad, empleo (temporal) y proyección mundial. Lo primero es contante y
sonante y lo segundo es ciento volando. Resumiendo, que el tribunal que decidió
que Tokyo era mejor que Madrid me merece el mismo respeto que las promesas de
Rajoy.
He
intentado tirar de empatía para imaginar lo que hubiésemos pensado los
indignados españoles si las Olimpiadas se las hubiesen adjudicado a Mogadiscio
(para los legos en geografía, capital de Somalia, en el cuerno de África). Pues estírense un
poquitín los párpados, desbroncéense y entenderán
lo que sintieron los nipones cuando se cruzaban por los pasillos con los
henchidos españolitos en Buenos Aires querido los días previos a la elección. Porque
amigas y amigos lectores, al final en este país surrealista de charanga y
pandereta todo se reduce a testosterona, a una cuestión pura y dura de bemoles
(cohone en andaluz). ¿No se lo creen?
a)
Hay que tener bemoles para
presentar la candidatura al citius,
altius, fortius de la ciudad más endeudada de un país que debe a sus
acreedores casi el 90% de su PIB y que le han tenido que rescatar la banca
porque se lo habían fundido todo en tochos.
b)
Hay que tener bemoles para decirle
al populacho que tenemos que ser austeros mientras ven como chorrean los
millones para vender el evento olímpico. Recortes en sanidad, educación,
dependencia, cultura y todo lo que define el desarrollo de un país y grifo
abierto para mandangas olímpicas.
c)
Hay que tener bemoles para
explicarle a los señoritos del COI que tenemos una gran experiencia
organizativa de multitudinarios eventos cuando no somos ni capaces de gestionar
nuestros hospitales y se los endosamos a los buitres privados. Qué tenían previsto
los patriotas de quita y pon, supongo que hacer igual con las Olimpiadas, dejar
que los beneficios se los chupase Botín y los gastos los paganini de siempre.
Me pregunto y me respondo yo mismo.
d)
Hay que tener bemoles para llevar
como starlette de lujo a una alcaldesa elegida en las bambalinas que ha sido el
hazmerreir de medio mundo (porque el otro medio estaba con cara de gamusino).
Suerte
que es lunes y el trajín de la semana se llevará la mala leche que se nos ha
quedado con el chasco (acepción timo) olímpico. El paro sigue igual (menos 31),
Bárcenas sigue igual (que se lo digan a la Cospedal) y los brotes verdes no se
los creen ni los tripones del COI.
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