Todos
los políticos no son iguales. Ni todos los profesores, ni todos los seres
humanos. Muy perniciosa es esa igualdad que intenta escabullir responsabilidades
igualando en lo malo a todos los miembros de un determinado grupo. Hoy me
ocuparé de los ministros. No todos los ministros de Educación son iguales, no
pretenden lo mismo. Wert es el rey de los despropósitos, ni siquiera entraré en
su gestión política (de la que discrepo y mucho) y me centraré en su talante
(sí, ya sé que es una palabra proscrita). La chulería con la que afronta la
crítica, la altanería de mesías de todo a cien en sus declaraciones o la
cerrazón de no escuchar a los ciudadanos (y a la comunidad educativa) a la que
gobierna, lo descalifican como ministro.
Su
predecesor, Ángel Gabilondo (hermano del periodista), es un tipo diferente. No
defenderé su gestión al frente del ministerio de Educación que creo que tampoco
fue memorable, pero es un intelectual (porque piensa y mucho) que honraba el
cargo para el que fue designado. No me gustan los gestores sin más, los mal
llamados tecnócratas, los que quieren disimular su ideología con balances y
números rojos. No me gustan los sectarios, mal llamados hombres o mujeres de
partido, que gobiernan para ganar las próximas elecciones. Me gustan los
políticos y gobernantes que tienen altitud de miras y espíritu valiente. ¿Qué no
existen? Yo creo en Gabilondo (no en el PSOE). Y lo creo porque sigo
habitualmente sus post en su blog EL SALTO DEL ANGEL.
En
estos momentos que los profesores baleares (con dos bemoles) se han plantado
frente a la tiranía de los que desprecian su labor, necesitamos de Maestros con
mayúsculas que nos guíen a los maestros de a pie de aula a no desfallecer en el
marasmo de la burocracia y de los capciosos que con el miedo nos quieren
convertir en títeres. Lean al mi ministro preferido y juzguen si les puede
valer.
Es imprescindible aprender. Nunca hemos de dejar de
hacerlo, es tarea de toda una vida, hasta el punto de que cesar de aprender es
el máximo envejecimiento, el definitivo. Pero conviene no olvidar que es
decisivo enseñar, que alguien
enseñe, que alguien nos enseñe.
Aprendemos de múltiples modos
y maneras, pero esta variedad no significa que hayamos de desestimar la
compañía, la complicidad, la proximidad de quienes nos facilitan, nos procuran,
nos acercan, nos posibilitan saber. Podemos intentar engañarnos subrayando que
el saber está ahí, al alcance de la mano, que basta hacerse con él, como si se
tratara de una noticia o de un objeto, para ser tomado, atrapado, conquistado,
consumido. Pero saber requiere toda una
incorporación, una apropiación,
no es una toma de posesión.
Nunca olvidamos a quien nos
enseña bien lo que es verdadero y bueno. Nos inicia en una forma de relación
con lo sabido, para que sea parte constitutiva de quienes somos. Es cierto, se
insiste, “hay que aprender a aprender”, pero no hemos de olvidar que hay que enseñar a aprender. Alguien ya dijo
que enseñar es dejar aprender. Y ese dejar no es una pasividad, es una creación
de posibilidades propias para cada cual, apropiadas. En realidad, ello
distingue al buen profesor, al buen educador. Tener un maestro, disfrutar de la
dicha de un buen maestro es un
regalo de la vida y hemos de reconocerlo con agradecimiento y con sencillez. Lo
hemos necesitado y lo necesitamos.
La proliferación de formas
innovadoras, de nuevas tecnologías, de procedimientos de aprendizaje, de nuevos
instrumentos, escenarios, entornos y posibilidades, la fecunda remisión a las
competencias y a las habilidades, no han de hacernos olvidar la extraordinaria
importancia de quienes tienen más que ofrecernos, por sus conocimientos, por su
experiencia, por su preparación, por su formación, por su pasión.
Hace un mes encontré a un buen maestro mío ( me dio clase en plena adolescencia). Casualmente ahora, después de 35 años, nuestra ideología, aficiones, intereses, actividades...son muy parecidas. Hace un mes, le dí las gracias por ser importante para mi vida, siempre tuve un recuerdo muy especial de él y de sus enseñanzas.
ResponEliminaBesotes
Los buenos profesores son necesarios.
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