ME CAGO EN SU EXCELENCIA

Se acerca el finde y es cuestión de darle un poco a la manivela del cachondeo si no queremos quedar aprisionados por una realidad abominable. Aunque no se lo crean el cachondeo nos salva y nos defiende. El rato que nos descojonamos, las neuronas se liberan de las estrecheces de tanta inmundicia y absurdo, cuando tengamos que volver al tajo el lunes estaremos más frescos y más flexibles. El cachondeo es un arma muy afilada, que se lo digan a nuestra Excelencia doña Ana Botella que tuvo que sufrir los chistes de todo un país por su memorable interpretación de Hamlet en Buenos Aires querido. Luego sacó dientes a lo Pantoja pero los chascarrillos y las chanzas (viva la ch) castigaron su prepotencia y la colocaron en el lugar que se merecía. Y más me río si pienso en su Excelencia consorte, el tabletillas de bigote hitleriano (afeitado o no), el Superman de las Azores. A los pobres y a los desgraciados el humor nos venga del poder. No me digan que no es para partirse la caja (expresión adolescente donde las hubiere) con el modosito Bárcenas escuchando misa en la biblioteca de la cárcel, Montoro convenciendo a sus Excelencia del Congreso del milagro económico español o Rajoy babeando por donde pasa Obama. A sus afrentas nosotros responderemos con despiporre y menosprecio humorístico.

Repartida la inmundicia entre Reyes de retrete, ratas de toga y bonete y ladrones con franquicia, hoy apelo a mi conciencia y termino mi diatriba como empecé más arriba cagándome en su Excelencia…

No son los Rolling Stones pero Suburbano tiene la gracia de canalizar sentimientos colectivos en esta cancioncilla ácida. Las revoluciones necesitan himnos, éste es una posibilidad que someto a su consideración, a mí me mola el ritmo castizo y la letra corrosiva.

Buena defecación.