Mi
alrededor está extenuado. No puede ser, hace cuatro días que volvimos de las
vacaciones y nos es normal este cansancio generalizado, la queja pegada a la
saliva, la desilusión enraizada hasta en los sobacos. No podemos canalizar la
rabia que nos produce cada uno de los incidentes cotidianos, no sabemos a quién
tenemos que matar o lo que es peor, a quién podemos matar. Como decía Jaime
Sabines (poeta y político mexicano):
Aquí no pasa nada, mejor
dicho, pasan tantas cosas juntas al mismo tiempo que es mejor decir que no pasa
nada.
Los
bancos son unos cabrones pero tengo una hipoteca que neutraliza mi mala leche,
los políticos son unos impresentables pero no tengo a quién elegir y si no
elijo a ninguno siguen los mismos, mi jefe es un tirano pero si no obedezco me
pone de patitas en la calle. Y a las siete suena el despertador y por mucha
agua que me caiga por el cuerpo no me limpio de insatisfacción.
Yo creo que la sociedad perfecta para los intereses de
esta economía global es que seamos todos unos muertos andantes. Ahí
quieren que vayamos. Estamos ahí ya. China es la sublimación de esa sociedad de
consumo en la que el ser humano es un personaje que trabaja 18 horas al día,
que apenas vive, cobrando unos sueldos de miseria, sin capacidad ninguna de
tener cierto tiempo para reflexionar. Por ahí va el tema. A mí me produce una
angustia tremenda, no por mí ya sino por mis hijos y por las generaciones que
vienen.
Recomiendo
toda la entrevista a Luis Eduardo Aute. Un superviviente que tiene capacidad
pensante en este tiempo de secuaces sectarios y de voceros de tres al cuarto. Me
recreo en la última frase, la sensación de inexorabilidad y de peligro nos acogota,
no hace falta que utilicemos una bola de cristal para darnos cuenta que el
futuro está jodido. Es como el que ha dilapidado una herencia, tuvo y no tiene
ni tendrá. A quién llevar a la guillotina si los principales responsables de
nuestra ruina somos nosotros que nos hemos dejado saquear por miedo.
Los
que mueven los hilos, los dueños del cotarro, nos han engañado con mentiras
sibilinas, nos dieron cuatro duros y nos convirtieron a todos en clase media, y
ahora, en tiempo de adelgazamiento masivo no sabemos quién es el patrón o el
señorito al que tenemos que rebanar el pescuezo. Los listillos demagogos nos
metieron en el mismo saco para finiquitar la lucha de clases (el verbo luchar
está en proceso de exclusión del diccionario). Lo explica el profesor Navarro
mucho más exhaustivamente que un servidor en el artículo La silenciada lucha de clases.
Moraleja:
tendremos que resucitar a Michel Jackson para rodar la segunda versión de
Thriller en versión cañí.
Yo también temo por mis hijos, quiero que vivan no que produzcan, quiero que siempre tengan la capacidad de pensar y elegir libremente, quiero que no teman, quiero que puedan decir ¡No!...Resumiendo: trabajo digno, sanidad y educación, que de ser felices ya se ocuparán ellos.
ResponEliminaUn besote
No va a ser fácil...
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