Alejado de los
fastos del día del Padre al Uso (19 de marzo) que conmemora la figura de un
Padre tontorrón que se creyó un engendramiento fantasma y que aceptó ser secundario en la historia divina me voy cruzando con otros padres (Mi padre me enseñó a comer) que me cuestionan y me abren veredas diametralmente opuestas a
las que marca la sociedad neoburguesa en la que habito.
Hoy le toca el
turno al padre del Viajero del Año por la Sociedad Geográfica Española. Hablo
de Albert Casals (de este muchachito ya les di referencias en el post Wanted).
Viaja en silla de ruedas y sin un duro. Ha visitado 80 países que no es moco de
pavo. Ayer me lo volví a encontrar en la contra de EL PERIÓDICO en la sección
GENTE CORRIENTE.
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Sarolta Ban |
Mi padre fue quien me educó durante los cuatro años
que pasé en un hospital, entre los 5 y los 9 años. No me leía, porque yo leía
por mí mismo, pero hablábamos de todo. Su idea era que yo fuera lo más libre
posible para pensar por mí mismo. Mi padre me enseñó la libertad para hacer
realidad el sueño de viajar.
La apuesta es de
órdago. La protección de los inútiles frente al desapego de los libres. Con 15
años Albert se largó de casa. ¿Abandono? ¿Desamparo? Cualquiera de las dos
acusaciones le podrían haber caído a los padres del muchacho por tan desafiante
paso. La libertad paga peaje. Es más fácil tener desayunando cada mañana a tus
hijos en la mesa de la cocina, pasarles la mano por el cogote, preguntarles por
los deberes, llevarlos al colegio en coche (que está a cinco minutos a pie),
vigilar su rendimiento escolar por si se descarrían, buscarles unas
extraescolares para que tengan un ocio satisfactorio, equiparlos
tecnológicamente, ponerles la mejor comida encima de la mesa para que la
desprecien porque está fría o porque es verdura, justificar sus
irresponsabilidades, evitarles todos los fracasos, llevarlos a psicólogos en
lugar de dejarlos llorar y revisar sus errores. Y por la noche, antes de
dormir, pasar por su habitación y darles un beso que reconforta. Se me
olvidaba. Proclamar a los cuatro vientos que daremos la vida por ellos, pero no
somos capaces de hacer el más mínimo sacrificio por encaminarlos a la libertad.
El padre de Albert renunció a todo eso pero ahora el Viajero del Año es un tipo
libre y con una clarividencia que espanta.
Viajar me permite liberarme de ideas y prejuicios.
Porque al ver el mundo a través del prisma de otra cultura consigues liberarte
en cierto modo de la tuya. Te vas dando cuenta de que las ideas son relativas y
vas ganando el conocimiento necesario para elegir por ti mismo cómo vivir. Esa
es la verdadera razón por la que viajo.
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Sarolta Ban |
Las herencias, en
vida.
Pufffffffffff, esta última cita me ha encantado. Se la voy a pasar a mis hijos, que espero sean buenos padres...para ir abriendo boca.
ResponEliminaNo todo el mundo tiene un padre como el de Albert o un hijo como Albert, pero tienes razón, mucho depende de lo que hemos mamado y de lo que hemos arriesgado.
Siempre me asombras, se nota esa vena andaluza, no lo dudes... catalán.
Un besote grande.
Agradezco tus elogios. Te sorprendería saber la cantidad de retranca (tópico) que tienen los catalanes de pura cepa y supongo que te será fácil comprobar lo agarraos (tópico) que llegan a ser algunos andaluces. Besotes sin banderas.
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