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Estos adolescentes de ahora son
unos egoístas de tomo y lomo. Cuando yo era como ellos…
Los puntos suspensivos equivalen a una serie de
gestas que en la mayoría de los casos no obedecían al impulso natural del
adolescente retro sino a las directrices severas que marcaban sus padres. Léase
hacer la cama, recoger a tu hermano del cole, estudiar como un cosaco, limpiar
los sábados la casa, bajar la basura y un largo etcétera de obligaciones que
como te despistases se convertían en jarabe de palo.
Recomiendo para centrar la defensa del egoísmo
el artículo de Borja Vilaseca en el Dominical de El País titulado LAS TRESCARAS DEL EGOÍSTA.
Saca el portero con la mano. “Es difícil- por no decir
imposible-encontrar un ser humano que no lo sea”. Pase en profundidad al
extremo para que recorra la banda: “Lo
cierto es que ser egoísta no es bueno ni malo, es necesario”. Poner el pie
correctamente para introducir el esférico en la portería y marcar gol depende
de la forma de egoísmo practiquemos. El autor del artículo reconoce tres:
EGOISMO EGOCÉNTRICO. “Aquel que orienta nuestro comportamiento a saciar ÚNICAMENTE el propio
interés”. Como es predecible que los demás miren su ombligo también, la
falta de empatía asegura el sufrimiento y la queja continua. La clave radica en
buscar intersecciones entre mi egoísmo y el tuyo y el de aquel y el de más allá.
EGOISMO CONSCIENTE. Yo lo calificaría como un
egoísmo sostenible, tenemos que aprender a sobrevellevarnos, a estar a gusto
con nosotros mismos sin destrozar demasiado lo que nos rodea pero sin dejar
tampoco que los demás nos pisen demasiado el jardín que con tanto esfuerzo
vamos cuidando a lo largo de nuestra vida (el manido tema de saber decir que no
a los egoístas egocéntricos entrometidos).
EGOISMO ALTRUISTA. Cuando ya nos hemos
alimentado y saciado, según Vilaseca, “hemos
conectado profundamente con nuestra esencia”, es el momento perfecto para
salir de paseo y poner “nuestro interés
al servicio del bien común de la sociedad”. Nunca antes, el altruismo egocéntrico es el disfraz del que no pasó por el consciente. Te ayudo para que me lo
devuelvas porque necesito todavía carnaza con la que alimentar mi egolatría salvaje.Y si no lo haces, prepárate, decepción y látigo. O sea, vuelta al principio.
Desde el fondo de la clase puedo escuchar las
quejas imaginarias del padre autor de la aseveración que dio inicio al post.
Qué hacer con un hijo que disfruta del universo en exclusiva, un mundo con un
solo habitante que casualmente es él. Muchas teorías de autoayuda, cojonudo, pero qué hago con este peso muerto que vive bajo mi techo.
Primer paso: equiparte en egoísmo al que
criticas (dime qué criticas y te diré de lo que careces, el refranero siempre a
punto). Deja de sufrir por él y empieza a cuidarte tú. Si no hace la cama, no
se la hagas tú. Si no estudia no le des ni un capricho. Si pone mala cara, la
tuya peor. Segundo paso: habla un poquito contigo mismo, date de comer hasta
saciarte, ya verás cómo se reduce la sombra del tirano a la vez que se
engrandece la tuya. Tercer paso: cuando tengas el carnet de egoísta consciente
espera que venga a tu territorio a buscar agua, ponle precio, lo gratis es
carísimo a largo plazo. Ah, se me olvidaba, toneladas de paciencia, de
desapego, de firmeza y de silencio.
Lo contrario, bracear como un fantoche y no
avanzar ni un metro en la piscina de la vida egoísta.
Me ha encantado, y estoy de acuerdo, por más crudo que suene.
ResponEliminaNunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio...
ResponEliminaGenial... de 10 Jordi !!
ResponEliminamuy bueno, claro y real. Un saludo
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