Cuando los profes llegamos al paroxismo al
comprobar que los alumnos no aprenden ni a tiros tenemos una frase que nos tranquiliza
(un placebo).
-Ya les enseñará la vida.
A todos nos enseña la vida. Y en esa academia
extensa yo reconozco en este escrito a un profesor muy especial, mi padre. Casi
sin estudios valoraba la formación como la mayor inversión que podía hacer en
mí. Nunca me ofreció la más mínima posibilidad de no estudiar. Mi padre me dejó
una herencia material (pasta) que yo dilapidé en pocos años. Tal vez porque me
transmitió a lo largo de la vida poco apego por el dinero y sus esclavitudes.
Tal vez porque yo no supe asesorarme ni gestionar correctamente. Lo único
cierto es que no me queda nada, o sea, que la vida me ha colocado un cero
patatero en el boletín económico.
Pero mi padre me dejó otra herencia
inmaterial (valores) que yo guardo dentro de mí con candado y que a día de hoy
me arroja suculentos dividendos en forma de estabilidad emocional. De mi padre
heredé la palabra CELO. Hacer las cosas con celo. Poner toda la carne en el
asador sin mirar envergadura o trascendencia. Me enseñó la pasión, a no
escatimar, a evitar la tibieza de los que quieren que les aseguren los resultados y además me recomendó que todo lo aderezase
con cariño.
Me encuentro alumnos que tuve hace veinte años
y con una sonrisa me dicen Ei, Jordi. El calor de su voz me enorgullece. Impregné mi tarea
educativa del celo que me enseñó mi padre y todavía no se han borrado sus
efectos. La vida me ha puesto un notable (sigo meritando para subir nota).
También ha aprendido que el celo traiciona cuando se invierte en territorio
yermo. Hay alumnos en los que me he dejado la piel y me han devuelto
ingratitud. De desagradecidos está el mundo lleno que decía mi abuela. De esas
situaciones también se aprende, igual que en lo material, hay que saber donde
se invierte si no quieres quedarte sin nada.
Mi padre me aprobó otro examen importantísimo.
Cuando le sobrevino un galopante alzehimer se vio obligado a ceder poderes por
vía notarial. Es un momento durísimo en el que una persona se desprende de sus
responsabilidades y las deja en manos de un tutor, un acto inverso al
desarrollo natural. Una administrativa le formuló la pregunta de mi examen.
-
-Sabe usted que con esta firma deja
todo el poder a su hijo.
-
-Por favor, señorita… ¡es mi hijo!
El profesor de la vida me aprobó y con aquella
escueta intervención afirmaba que era digno de su confianza.
Posdata. El post 50 ha sido dictado por la Voz
de los sentimientos. No puedo prometer que no vuelva a suceder.
¡Genial el post Jordi!
ResponEliminaEsta que citas no es la escuela de la vida, sino la de los sentimientos. Y, por desgracia, hay personas emocionalmente ciegas, incapaces de aprender de las cosas que les suceden. El aprendizaje, el verdadero, siempre va acompañado de emociones, que son las que, como la sal, conservan lo aprendido de por vida. Los otros aprendizajes se los lleva el viento, los perdemos por los agujeros de los bolsillos, tal vez por que no son importantes.
Para decir las cosas importantes, no son necesarias muchas palabras.
Enhorabona pel post!
Un abraç.
Subscribo toda tu reflexión. Y reseño que el aprendizaje SIGNIFICATIVO siempre se fija con EMOCIONES.
ResponEliminaNo hay mejor voz que la de los sentimientos.
ResponEliminaUn placer de lectura.
Gracias por Pilar por estar en este mundo ácido y emocionante a la vez.
ResponElimina