- Me aburro...
- Date golpes es las espinillas.
Mi madre era así de
simpática. Me sugería de forma elegante que me hiciese cargo de mi aburrimiento
si no quería fracturarme la tibia. Corrían esos tiempos en que el
mundo de los niños y el mundo de los adultos estaban bien diferenciados. Uno
respetaba la butaca de su padre, no se metía en las conversaciones de los mayores y estaba siempre disponible para hacer un recado a cualquier vecino o
conocido. Uno era un niño y los que mandaban eran adultos. En una comida
familiar ocupábamos espacios diferentes y no se nos ocurría invadir territorio
ajeno a riesgo de recibir un pescozón o una reprimenda en privé. Ahora todo es
un guirigay, se han subvertido los papeles, se aceptan chantajes y se mercadea
con el poder. Y eso qué quieren que les diga, aún a riesgo de ser tildado de
rancio nostálgico, no es bueno.
- Me aburro….
- Qué quieres que haga yo,
vida... ¿Te pongo una peli?
- No.
- ¿Entonces? Por qué no juegas en
tu cuarto.
- No tengo ganas.
- ¿Y un ratito de ordenador?
- No, ya he jugado esta tarde.
Estoy aburrido.
- Ya, ya… eso me ha quedado
claro. A ver…
Los niños
contemporáneos han traspasado el aburrimiento a los mayores que por debilidad o
por exceso de cariño han recogido el guante sintiéndose culpables del
aburrimiento de sus infantes. Con lo sano que es aburrirse, obliga a despertar
la imaginación, a escapar de una abulia pegajosa que te hunde sin remedio.
El aburrimiento
también llega a los aledaños de las aulas. Mis alumnos prueban, creen que si
tocan la tecla del descrédito caeré en sus garras. Nastic de plastic. Llevo
muchos kilómetros para dejarme convencer tan fácilmente.
- Profe, es que tu clase es muy
aburrida…
- ¿Y?
- ¿Tendrías que cambiarla, no?
- ¿Por qué?
- Para que nos divirtamos.
- ¿Y por qué yo tengo que
divertiros? ¿Dónde lo pone?
- Pues no serás un profe guay…
- Uy, que miedo. No podré dormir
esta noche.
- Fulanito sí que lo hace bien.
- Lo celebro, cada uno tiene su
estilo.
- Si fuese más divertida le
pondríamos más ganas y aprenderíamos más.
- Si le pusierais más ganas
aprenderíais más y sería seguramente mis clases serían la releche de
divertidas. ¿No veis que ya nacisteis aburridos?
- Jo, profe, no hay quien te
convenza.
- ¿Y a vosotros?
Les recomiendo
encarecidamente que vean las diversiones que proporciona una simple caja de
cartón cuando uno se lo propone. Espero que no les aburra el video. Ya saben,
el que se aburre es un…
Interesante su relato, maestro. Lo de la caja de cartón se lo sugeriré a mi nieto. Nuestros saludos
ResponEliminaDel ensimismamiento (otra palabra a explotar) surge el arte.
ResponEliminaJajajaja me ha encantado, tanto la entrada como el vídeo. No se si mi generación se incluye en la de tu relato, pero soy de 1995 y de pequeño, cada vez que cambiábamos un nuevo electrodoméstico esperábamos la caja impacientes. Y si al lado del contenedor había una caja de una nevera... ¡Nos había tocado el gordo! Ya teníamos con qué jugar hasta que la lluvia destrozaba nuestro castillo, nave o barco...
ResponEliminaUn saludo
muy bueno!si es bastante terrible,nuestros niños están "tapados"de satélites,sabes por lo que...en el fondo es saludable que se aburran,quiere decir que no les satisface esto ,tarde o temprano sólo el ingenio los divertirá ...
ResponEliminaSamuel, yo podría ser tu padre (pero no) jajajaj... yo nací casi 30 años antes y me montaba unas películas con los indios y los vaqueros que se reiría Spielberg. No podré agradecer lo suficiente al universo no haber conocido las maquinitas y los videojuegos, eso despertó mi creatividad para siempre.
ResponEliminaMe gustó tu expresión Rosario... "tapados de satélites".... tal vez mejor que les de un poquito el solete a estos bichejos de ahora, ¿no?
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