dimecres, 10 de juliol del 2013

EL SOMORMUJO



El calor veraniego me afecta pero no tanto como para transmutar la acidez en ornitología. Este vocablo me vino por vía materna. Mi madre siempre me previno de los somormujos, eran tiempos de pantalones cortos y regaliz y un servidor no reparó en que el elemento real de la metáfora era una ave podicipediforme acuática de 40 a 50 cm de longitud, con el plumaje castaño y blanco y las patas con dedos lobulados y adaptados al agua. 

Para mi madre los somormujos eran de la rama de los longuis y los paniaguados, o sea, especímenes de sangre coagulada muy diferente a la nuestra, gente de sangre caliente y de dar voces y de irritarnos y alegrarnos y cagarnos en todo lo que verdegueaba.
El somormujo tiene una característica propia y peligrosa: malas intenciones. Como no habla no indica sus coordenadas y es imprevisible saber los territorios por los que se mueven sus intereses. Sonríe, hace caídas de ojos, está o no está, pero nunca da un discurso explicando el motivo de su presencia o de su ausencia. No se compromete y eso lo hace volátil. No dijo que no, dijo que a lo mejor no. No dijo que sí, dijo que lo más probable era que sí. Se balancea con suavidad hasta llegar al lugar exacto que lo propulsa hacia sus objetivos. La vida me ha enseñado que los grandes trepas tienen plumaje de somormujo.
El somormujo nunca está en las quinielas, no se postula, espera su oportunidad, merodea las esferas que deciden. Su principal activo es que no tiene grandes cualidades pero tampoco defectos imperdonables. Cuando por el micrófono decisivo suena el And The Oscar goes to, él ya tiene su media sonrisa preparada porque no le cabía duda de que sería el elegido.
Al somormujo no lo saquen ustedes al escenario y lo enfoquen, patina. Déjenlo en las bambalinas, en los callejones oscuros, en los monosílabos, ahí no tiene rival. No le den la espalda, él no les empujará, pero alguien hará su trabajo sucio. No lo podrán tener de enemigo no le dará motivos, no discutirá, no entrará al trapo, se escabullirá con su mutis por el foro discreto y dejará que escampe el chaparrón.
Mi madre vivió la dictadura de un gran somormujo y yo a través del plasma puedo admirar a otro gran ejemplar.

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