dilluns, 8 de juliol del 2013

EL TESTIGO MUDO



Me desayuno con una noticia que me estropea la digestión. Los presuntos (que no falte nunca el adjetivo) abusos del seleccionador español de gimnasia en los años 80, Jesús Carballo. Treinta años después, Gloria Viseras, una de las gimnastas del equipo nacional ha tenido el coraje de ir a denunciar lo que le hizo pasar desde los 12 a los 15 años el laureado entrenador. No fijaré el foco de mi reflexión en los protagonistas de la historia (jueces hay para ello), sino en Toni Llorens, entrenador de la época que presenció algunas escenas sospechosas y que se limitó a comentárselo a dos directivas de la federación que “pusieron el grito en el cielo y no hicieron nada. Incluso pensé en ir a la policía pero no lo hice”. Lo dejó correr, así de fácil y así de cruel. 

Se me agria la leche en el estómago porque puedo imaginarme sin mucho esfuerzo la conversación del testigo mudo con un amigo íntimo. Todo acaba con una sentencia peligrosa. ¿Qué hubieras hecho tú en mi lugar?  La secta de los cobardes intenta arrastrar la debilidad a su orilla. La mancha de aceite se extiende lentamente y el silencio del primer testigo mudo se vincula al del segundo y al del tercero. Nadie se atreve a romper la lealtad sucia y rastrera del silencio que acarrea consecuencias. Si alguien hubiese roto la cadena que engarza la complicidad este escándalo hubiese salido a la luz mucho antes. Los cómplices sarnosos en lugar de enfrentar al espejo al testigo mudo le ofrecen una salida digna. Claro, claro, si no tienes pruebas concluyentes no te puedes denunciar o te arriesgas a quedarte con el culo al aire. Claro, claro, si la chiquilla consentía pues es difícil de marcar el límite del abuso. Claro, claro, tú vas de buena fe y si luego es falso, qué cara pones. Yo te entiendo.
No tendría que haberme leído todo el artículo del País. El vómito es irremediable. “La pena que tenemos los que éramos adultos entonces es que no sabemos cuántas niñas pueden haber pasado por lo mismo”. Una pregunta inocente y con ganas de estrangular al cobarde: ¿Y para qué quieres saber cuántas niñas sufrieron los abusos si tú no hubieses hecho nada? Y la siguiente antes de que la bilis salga disparada al agujero del inodoro. ¿No hubiese sido lo mismo si hubiesen existido cien abusos y cien testigos mudos?
El testigo mudo cuando se destapa el pastel adopta un disfraz de honestidad que le permite seguir viviendo sin aceptar la responsabilidad de su silencio. Recuerdo el caso de Arturo Rocher, exresponsable de seguridad del Metro de Valencia cuando se produjo el accidente en 2006 en el que fallecieron 43 personas. Sin rubor ni dolor confesó que sus superiores políticos en aquel momento le obligaron a falsear la verdad en unas reuniones donde se ensayaron las declaraciones que posteriormente se debían ofrecer al Parlamento valenciano. Todos nos fijamos en la descomunal geta de Juan Cotino perseguido por el incisivo micrófono de Jordi Évole en el célebre programa de Salvados sobre tan turbio accidente. Arturo Rocher no denunció la manipulación en su momento, cuando podían haberle llovido chuzos de punta, cuando era necesaria una voz discordante con el rebaño dócil y rastrero. Ahora, siete años después, se “siente orgulloso de haber dado el paso”.

El mundo está lleno de cabrones pero sin sus correspondientes testigos mudos todo les sería más difícil.  

2 comentaris:

  1. El que calla un delito es tan culpable como el que lo comete. Otra cosa es que disponga de los medios y las disculpas suficientes para salir del paso "dignamente". ¿Qué hubiera opinado el tal Toni, si la afectada hubiera sido su hija y otro el testigo mudo?
    Gracias a "mudos" como este, consiguen su objetivo "capullos" como los otros.
    Un besote

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    Respostes
    1. Has puesto el dedo en la yaga. El testigo mudo varía de apreciación si la injusticia está en nuestro tejado, su silencio es incomprensible. Cuando es a nuestro favor, su silencio es comprensible (rollo del miedo y todo lo demás). Más incoherencias al saco.

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