Miguel
Mihura y Juan Antonio Bardem fueron unos visionarios de tomo y lomo. El talento
de Berlanga consumó el retrato perfecto. Villar del Río, un pueblecito español
de principios de los 50 no tiene nada que envidiar a esta España casposa del
2013. Los personajes esperpénticos siguen plenamente vigentes, modelos eternos de
una forma de hacer, empezando por el alcalde populista ( un Pepe Isbert soberbio al
que el paniaguado Rajoy no le llega ni a la suela de los zapatos) y siguiendo por
un chanchullero oficial (Montoro tiene la foto de Manolo Morán en su mesilla de
noche). Les estoy hablando de la película Bienvenido,
Mr. Marshall.
Cuando
estalló la crisis y la burbuja inmobiliaria hizo bluf, España se convirtió en
territorio apestado. Los mercados (esos grandes desconocidos que no se sabe de
ellos hasta que no hay pasta gansa por en medio) elevaron la prima de riesgo
hasta el Everest y los capitales se fugaron de madrugada y por el subsuelo a
lugares más fructíferos. Pero gracias a nuestros gestores económicos y a los
efectos de su reforma laboral y de su amnistía fiscal y de otras medidas de
ingeniería macroeconómica que los mortales no sabemos apreciar, ahora, hasta el
mismísimo Bill Gates (nuevo Marshall) compra tocho. Botín, el gran Botín (la
reiteración del apellido muestra la envergadura de sus negocios), expuso en público
lo que era un secreto en las catacumbas inversoras: los buitres traen billetes
a espuertas para comprar activos de un país devastado. Rajoy en Japón (además
de varias cagadas respecto a la central nuclear de Fukushima) dejó a la mano de
obra por las nubes, nos vendió como demesticaditos y baratitos (de bazar
chino), ay, perdón, según el lenguaje eufemístico del plasmático presidente,
una fuerza de trabajo muy productiva.
Somos
la envidia (hazmerreír) del continente y del mundo entero pero perdonen que no
me extienda más con otros casos flagrantes de patetismo patrio pero es que
tengo que ir a los toros y a ver el partido del año (clásico). La educación
está en buenas manos (la huelga fue un fracaso obviamente), la sanidad un lujo
al alcance de los pudientes, la economía crece un espectacular 0,1% en el
último trimestre (Champions League) y los americanos (y los rusos, por una vez
de acuerdo) confluyen en el ombligo del mundo para invertir. Lástima que nos
falte la voz de Manolo Escobar (en paz descanse) para entonar el Viva España.
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