De
Guindos tiene razón, Bañez también, Montoro ídem de ídem. Acabo el recorrido haciendo
justicia a nuestro plasmático y vilipendiado presidente. Toda la desconfianza
que había en el ambiente era fruto de rojos resentidos y sus voceros (Wyoming
vete buscando asilo en Ucrania porque van a por ti). Se tendrán que tragar las toneladas de sorna con el tema de los brotes
verdes, han intentado hundir España con su mala fe pero no lo han conseguido.
La economía española repunta. Habéis leído bien. Doy fe y no me moverán, tengo
pruebas.
Los
especuladores inmobiliarios aprovecharon la coyuntura para forrarse y los cabritos
de los yankees nos metieron en un buen embolado con las hipotecas basura. Zapatero
y sus mentiras ensombrecieron el milagro económico aznariano. Pero la
luz de la esperanza alumbra al final del túnel. El buen hacer (tal vez este verbo es muy exagerado para
Rajoy) de los gurús económicos populares y sus medidas revolucionarias nos han
rescatado de un estrangulamiento económico seguro. ¿Y esas caras? Ya se acabó, amigos. No sufran ni un minuto
más. No hagan caso de los comedores sociales y sus colas (haraganes que no
quieren pegar un palo al agua). No se dejen engatusar por esos seis millones
que dicen que no tienen empleo (Soraya ha bajado la estadística en un plis
plas). ¿Los niños desnutridos? Miserables que utilizan a sus hijos para
conseguir subvenciones. Ya conocen ustedes la picaresca y sus múltiples
morfologías.
¿En
qué me baso para afirmar con tal rotundidad que la economía española va hecha
un cohete? ¿En los datos del turismo? No, vamos bien, los rusos y los alemanes
se gastan chorrones de pasta pero no es el motivo de que se haya revocado la
tendencia negativa. ¿El comercio exterior? No, tampoco. ¿Tecnología puntera?
Caliente, caliente. ¿Las denuncias de los científicos? ¿La reducción de los
presupuestos dedicados a la investigación? No hagan caso, cuatro enchufados que
no habían descubierto nada en veinte años.
Los
supongo en ascuas. Soy muy observador y aprecié hace unos meses que se
instalaban en mi ciudad de forma discreta. Un pequeño local, un empleado, una
infraestructura sencilla. En pocos días aquel chiringuito se había convertido
en un negocio floreciente con una demanda creciente. Colas ciudadanos solicitaban el producto como
si les fuera en ello la vida. ¡Qué pelotazo! Dos meses después ya hay cinco
sucursales y el sector no parece tener techo. Si tienen un eurillo que les
sobre (ya, quién pudiera ahorrar), no duden en invertirlo en acciones de
empresas que fabriquen el cigarrillo electrónico. ¿Qué ya les engañaron con las
preferentes? Esto no tiene punto de comparación, lo puede comprobar con sus
propios ojos, hasta jovenzuelos barbilampiños han dejado el vicio de sus
tatarabuelos para chupetear un trozo de plástico. ¿Qué en cuatro días pasará la
moda y no quedará ni una tienda abierta? No creo, nosotros no tropezamos cien
veces en la misma piedra.
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