Hay ciento noventa y tres
especies vivientes de simios y monos. Ciento noventa y dos de ellas están
cubiertas de pelo. La excepción la
constituye un mono desnudo que se ha puesto a sí mismo el nombre de Homo
sapiens. Esta rara y floreciente especie pasa una gran parte de su tiempo
estudiando sus más altas motivaciones, y una cantidad de tiempo igual ignorando
concienzudamente las fundamentales. Se muestra orgulloso de poseer el mayor
cerebro de todos los primates, pero procura ocultar la circunstancia de que
tiene también el mayor pene, y prefiere atribuir injustamente ese honor al
vigoroso gorila.
Desmond Morris,
zoólogo y etólogo inglés.
Una
de las provocaciones que no me perdonan mis alumnos es que los tilde (qué has
dicho, profe) de intelectuales. Se remueven en sus sillas de puro regodeo.
¿Homo cogitans? No, no, por favor, ellos quieren ser Homo mecanicus. Dinos lo
que tenemos que leer, dinos lo que tenemos que poner, dinos lo que tenemos que
copiar, dinos lo que tenemos que hacer, dinos, dinos, dinos…. De vez en cuando
también prodigo el insulto a los colegas que me rodean y sin tanta pasión pero
con la misma modestia no se encuentran a gusto con la gabardina intelectual.
Los entiendo, se pasan el día rellenando formularios, copiando y pegando,
amonestando por los pasillos a los “niños” intelectuales que se zurran como
primates, obedeciendo órdenes de los burócratas (enemigos confesos del
cogitans) o de los tecnócratas (la informática como boutade que esfume la reflexión en aras del artificio y las
lucecitas de colores). Los profesores hacemos de vigilantes, de niñeras, de
porteros, de curanderos, de paseadores, de todo menos lo que tenemos que hacer.
No
tienen escrúpulos los rectores educativos en incrementar las horas lectivas de
los docentes. Más presencialidad, más desgaste, menos tiempo de preparación y
formación. Nos acercan a los tiempos preindustriales, nos degradan de condición
y nos recortan el sueldo para que ni se nos ocurra viajar o leer o ir al
teatro. Y mucho menos, creernos intelectuales cuando en el fondo somos
menestrales que saben leer.
¿Quién
puede frenar este declive pronunciado en que nos están metiendo los dueños del
mundo? ¿Quién tiene capacidad para coger el timón y cambiar el rumbo? Los que
piensan, of course. Hay que tomar medidas para que no suceda. O los compramos
(anuncio significativo del Banco de Sabadell en que conversan personalidades
destacadas poniendo su vida y sus experiencias al servicio de los
coleccionabilletes) o los asfixiamos (horas y más horas de clase, recortes de
sueldo y estrecha vigilancia de kapos sin dos dedos de frente pero con látigo).
Gallardón,
¿para cuándo incluir el maltrato intelectual en el código penal? Si la Iglesia
no lo pide, nastic de plastic.
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