Nunca
he podido con él, lo confieso para que se sepa y para que puedan
lanzarme dardos a la diana de mi torpeza. Le daba vueltas y vueltas y no sacaba
en claro cuál era la lógica que alineaba los cuadraditos con su color
correspondiente. Pues lo mismo me pasa con las encuestas que reflejan un repunte
en la intención de voto hacia el PP.
Dicen los analistas (rubikeros de pro) que
el escándalo Bárcenas ya se ha camuflado debajo del felpudo y que el tema de
los separatistas catalanes empuja a las gaviotas a la mayoría parlamentaria. No
me convence, tiene que haber algo más, con esas explicaciones no ligo más de
una cara del cubo. La gestión del cejudo Zapatero y del Sincredibilidad Pérez
(me parezco ya a doña Celia) no ofrecen alternativa al votante. No me vale
tampoco. La posible vuelta del ínclito Aznar o los
chascarrillos de Intereconomía no pueden ser elementos a tener en cuenta en un
cambio de tendencia que me produce escalofríos. No entiendo cómo se puede votar
a un partido político (a no ser que se viva de él, considero exagerado que lo
haga un 30%) en el que sus dirigentes se han embolsado sobresueldos mientras a
los paganini se les hacía ERES, se les bajaban las pensiones, se les subía el
IVA y otras tropelías por el estilo. ¿Será el maldito síndrome de Estocolmo?
He seguido dándole vueltas a mi cabolo hasta que
esta mañana he visto la luz en los titulares del diario que me acompaña
mientras mojo el croissant en el café con leche. ¡Eureka!
Más del 65% de los españolitos de entre 16 y 65 años tienen una comprensión lectora deleznable. No son capaces de entender una estadística ni un texto ni diferenciar un huevo de una castaña (esto lo
añado yo preso de la indignación), o sea, a Rajoy de un presidente de gobierno.
Si les dicen brotes verdes aunque el paro esté en el 27% ellos confían a pies
juntillas que en cuatro días volverán las milagrosas burbujas de la abundancia.
Si el Fraguel Mayor Montoro con su voz atiplada y chulesca anuncia que estos
son los presupuestos de la recuperación como no tienen ni zorra idea de
interpretar una infografía o de cruzar las cifras que tienen más de cuatro
ceros, se lo creen y siguen viviendo en la hinopia. Da igual que algunos
economistas se esfuercen en explicar que las previsiones de crecimiento del
gobierno quedarán obsoletas (palabro trágico para el 65% de la población que
vota) en tres meses y que tendrán que volver a sacar las tijeras los inventores
de los brotes verdes en diferido.
Y
las generaciones que siguen no mejoran los resultados de sus padres y sus
abuelos. Esperen a los resultados de diciembre con el dichoso PISA. Otra vez a
la cola (culo) del mundo civilizado. ¿Y por qué esta desidia colectiva por leer
y entender? No hay trabajo, no future, no dinero fácil, para qué devanarse (uaggggg) los sesos, mejor disparar chorradas por watsap a todas
horas.
Cuando
se hagan públicos los resultados del PISA Pipiolos la minoría que confía en la
lectura como escudo protector contra la zafiedad y la mentira (un servidor) entrará
en depresión como resultado de la contemplación cotidiana de una realidad
grotesca. La otra minoría, la que se enriquece a costa de las mayorías
analfabetas que engordan las urnas del desconocimiento, se frotará las manos
porque España (sin duda) va bien (para algunos).
Fantástica reflexión, como siempre.
ResponEliminaMuchas gracias.
ResponEliminaHas dado en el clavo!! Desde que era pequeñita (va para largo, conocí la dictadura) siempre me extrañó el interés de los gobernantes por el desinterés de "la plebe" en aprender. De mayor entendí, que no hay nada más manejable que un pueblo inculto. Ahora nos dicen que las cosas mejoran y no necesitamos más economistas ni más números ¡ Conseguirán salvarnos de esta crisis, tenemos que darles tiempo...cuatro años más!!
ResponEliminaYo nunca conseguí ni una cara del dichoso cubito (tampoco puse mucho empeño).
Un besote.
Bienvenida al club de damnificados por el cubo de Rubik. Ya vendrá un neurocientífico que nos explicará esa incapacidad tan característica. Otro besote de vuelta.
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