No
es de recibo que con lo que llevamos de primavera no haya escrito un solo post
sobre el AMOR. Debe ser que las lluvias y los fríos (hasta el 40 de mayo no te
quites el sayo) me han vuelto algo insensible. Siento defraudar a los que me
esperaban ver deshojando una margarita y sembrando las líneas de este blog de
ñoñerías rosas pero estoy apresado por un escepticismo muy pernicioso.
Escuchaba
al omnipresente economista Gay de Liébana platicar en la Sexta sobre la
terrible lacra que lastra la sociedad española: el paro. No hablaba solo de
cifras, incidía sobre un aspecto novedoso.
-
-Es lamentable que padre e hijo
compitan ahora por el mismo empleo. Yo no puedo quitarle el trabajo a mi hijo y
él a mí tampoco, él lo que tiene que hacer es quererme.
La
última frase me impactó. La rentabilidad de la paternidad/maternidad es el amor
según el prestigioso analista. ¿Y cómo se mide el amor en términos económicos?
Obviamente los progenitores son los ACCIONISTAS (su buena pasta se dejan en la
crianza del niño o la niña) y los hijos, la EMPRESA. Como en cualquier otro
negocio deberíamos hacernos preguntas trascendentales antes de invertir en traer una
criatura a este mundo (a posteriori, hagan lo que puedan). ¿Un beso diario es suficiente rédito? ¿Tres te
quiero semanales y un achuchón al salir del cole? Imagino una legión de padres
corriéndome a gorrazos, cómo se me ocurre tamaña frivolidad. Me hablarán de
sacrificio, de entrega y de argumentaciones que están en las antípodas de la
fría economía. Yo, a lo mío.
Sentimiento intenso del ser
humano que, partiendo de su propia insuficiencia, necesita y busca el encuentro
y unión con otro ser.
En la definición de la palabra
AMOR la propia RAE nos marca las situaciones de riesgo que pueden amenazar el
negocio familiar.
INTENSIDAD. Si otras situaciones de la vida se pueden racionalizar con
estricta lógica, el amor filial (y todos) escapa rebelde a lo recomendable. Por mi hijo soy capaz de hacer cualquier
cosa. Un negocio irracional puede verse abocado con seguridad al déficit,
el empecinamiento de los accionistas puede acabar en descalabro monumental. ¿Cuántos
padres y madres están en la cuneta (no desarrollan su vida con plenitud) por
una mala gestión en la crianza de sus vástagos?
INSUFICIENCIA. Yo no tengo comida y tú sí. Me la das. Yo no tengo techo
y tú sí. Me lo ofreces. Yo no tengo estudios y tú sí. Me los pagas. Yo no tengo
dinero para vicios y tú sí. Te los exijo. Yo no tengo trabajo y tú sí. Vivo de
ti. Antes los 18 años eran la frontera, actualmente no hay un límite que fije
la extinción del contrato de insuficiencia. La crisis ha devuelto a muchos hijos al redil, además cargados con sus propios hijos y sin recursos para mantenerse. La complejidad de los nuevos contratos
familiares es evidente.
NECESIDAD. Las necesidades pueden ser discutibles y esclavas. Un niño
tiene necesidad de comer pero no es necesario que coma jamón del bueno. Un niño
necesita vivir en una casa pero no es necesario que sea un palacio. El
despiporre económico que produjo la burbuja inmobiliaria adulteró el
significado profundo de la palabra. Los accionistas corren serio peligro de
ruina si se abusa de las falsas necesidades.
ENCUENTRO. Padres e hijos deben renegociar hoy sus contratos de forma
equitativa y responsable. El egoísmo ególatra no busca intersecciones, la
laxitud enfermiza cede hasta límites intolerables. El amor se traduce por lo
que haces por mí. El amor se relaciona con la inexorabilidad del adverbio de
afirmación. Si no me das, no me quieres. Si me dices que no, no me quieres. Si
alguien me da, me quiere y me vendo. Si alguien me dice siempre que sí, es el
mejor.
La primavera suele alterar las hormonas, en mi caso, creo que alteró la
sensatez.
¡¡Nooo!! Todo lo contrario, insensatos nosotros, los padres e hijos que en nombre del amor cometemos y exigimos barbaridades.
ResponEliminaPor cierto... ¿Cuando toca a los hijos aplicarse el cuento y la definición de amor ?
Un besote
Soy un convencido de que las reglas que rigen la economía se puede trasladar perfectamente a la vida. Los hijos convierten el amor en un chantaje perfecto (sin generalizar), rentabilísimo, sin duda.
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