dimecres, 29 de maig del 2013

NEGOCIOS DE RIESGO



No es de recibo que con lo que llevamos de primavera no haya escrito un solo post sobre el AMOR. Debe ser que las lluvias y los fríos (hasta el 40 de mayo no te quites el sayo) me han vuelto algo insensible. Siento defraudar a los que me esperaban ver deshojando una margarita y sembrando las líneas de este blog de ñoñerías rosas pero estoy apresado por un escepticismo muy pernicioso.  
Escuchaba al omnipresente economista Gay de Liébana platicar en la Sexta sobre la terrible lacra que lastra la sociedad española: el paro. No hablaba solo de cifras, incidía sobre un aspecto novedoso.

-          -Es lamentable que padre e hijo compitan ahora por el mismo empleo. Yo no puedo quitarle el trabajo a mi hijo y él a mí tampoco, él lo que tiene que hacer es quererme.

La última frase me impactó. La rentabilidad de la paternidad/maternidad es el amor según el prestigioso analista. ¿Y cómo se mide el amor en términos económicos?
Obviamente los progenitores son los ACCIONISTAS (su buena pasta se dejan en la crianza del niño o la niña) y los hijos, la EMPRESA. Como en cualquier otro negocio deberíamos hacernos preguntas trascendentales antes de  invertir en traer una criatura a este mundo (a posteriori, hagan lo que puedan).  ¿Un beso diario es suficiente rédito? ¿Tres te quiero semanales y un achuchón al salir del cole? Imagino una legión de padres corriéndome a gorrazos, cómo se me ocurre tamaña frivolidad. Me hablarán de sacrificio, de entrega y de argumentaciones que están en las antípodas de la fría economía. Yo, a lo mío. 

Sentimiento intenso del ser humano que, partiendo de su propia insuficiencia, necesita y busca el encuentro y unión con otro ser. 

En la definición de la palabra AMOR la propia RAE nos marca las situaciones de riesgo que pueden amenazar el negocio familiar. 

INTENSIDAD. Si otras situaciones de la vida se pueden racionalizar con estricta lógica, el amor filial (y todos) escapa rebelde a lo recomendable. Por mi hijo soy capaz de hacer cualquier cosa. Un negocio irracional puede verse abocado con seguridad al déficit, el empecinamiento de los accionistas puede acabar en descalabro monumental. ¿Cuántos padres y madres están en la cuneta (no desarrollan su vida con plenitud) por una mala gestión en la crianza de sus vástagos?

INSUFICIENCIA. Yo no tengo comida y tú sí. Me la das. Yo no tengo techo y tú sí. Me lo ofreces. Yo no tengo estudios y tú sí. Me los pagas. Yo no tengo dinero para vicios y tú sí. Te los exijo. Yo no tengo trabajo y tú sí. Vivo de ti. Antes los 18 años eran la frontera, actualmente no hay un límite que fije la extinción del contrato de insuficiencia. La crisis ha devuelto a muchos hijos al redil, además cargados con sus propios hijos y sin recursos para mantenerse. La complejidad de los nuevos contratos familiares es evidente.

NECESIDAD. Las necesidades pueden ser discutibles y esclavas. Un niño tiene necesidad de comer pero no es necesario que coma jamón del bueno. Un niño necesita vivir en una casa pero no es necesario que sea un palacio. El despiporre económico que produjo la burbuja inmobiliaria adulteró el significado profundo de la palabra. Los accionistas corren serio peligro de ruina si se abusa de las falsas necesidades.

ENCUENTRO. Padres e hijos deben renegociar hoy sus contratos de forma equitativa y responsable. El egoísmo ególatra no busca intersecciones, la laxitud enfermiza cede hasta límites intolerables. El amor se traduce por lo que haces por mí. El amor se relaciona con la inexorabilidad del adverbio de afirmación. Si no me das, no me quieres. Si me dices que no, no me quieres. Si alguien me da, me quiere y me vendo. Si alguien me dice siempre que sí, es el mejor.
La primavera suele alterar las hormonas, en mi caso, creo que alteró la sensatez.

2 comentaris:

  1. ¡¡Nooo!! Todo lo contrario, insensatos nosotros, los padres e hijos que en nombre del amor cometemos y exigimos barbaridades.
    Por cierto... ¿Cuando toca a los hijos aplicarse el cuento y la definición de amor ?
    Un besote

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  2. Soy un convencido de que las reglas que rigen la economía se puede trasladar perfectamente a la vida. Los hijos convierten el amor en un chantaje perfecto (sin generalizar), rentabilísimo, sin duda.

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