dimecres, 17 d’abril del 2013

¿DENTRO O FUERA?



Todo el mundo es un genio, pero si se juzga a un pez por su capacidad de trepar un árbol, vivirá toda su vida creyendo que es estúpido”. (Albert Einstein)
Los profesores a veces somos insoportables, transitamos por las aulas con unas incoherencias galopantes. Confesémoslo abiertamente y sin ambages. 

La señorita de P5 abronca a un piolín de mano poco cuidadosa: 

-Niño, tanto te cuesta pintar dentro de la línea, no te puedes salir. Nada de rayotes sin control. Los troncos del árbol son marrones, las hojas verdes, el cielo azul y el sol amarillo. No hagas inventos. Siempre se pinta en la misma dirección, con una intensidad constante. Hay que repartir los elementos por toda la lámina, nada de dejar huecos. 

La profesora de Lengua se exclama que el mismo niño que corrigió sus excesos a lo largo de los años ahora sea un encefalograma plano incapaz de elaborar una redacción digerible para el concurso literario de Sant Jordi.

-      Estos chavales de la ESO no tienen creatividad siempre acaban en temas de novios. El mismo concepto de amor de las pelis americanas, el mismo romanticismo azucarado, parece que no existan más temas. Una se desespera de leer tanta mediocridad. Nadie es capaz de salirse del guión prefijado, se saben de memoria lo políticamente correcto.

El mundo cibernético que se nos viene encima busca como oro en paño mentes creativas capaces de deslumbrar a un público (consumidor) ávido de novedades. Si la generación zapping se aburre se pasa a la competencia. La escuela sigue insistiendo en la cómoda uniformidad (evaluativa, conceptual, procedimental…) y se exclama cuando el producto que genera es monocorde y aburrido. Pintar fuera de la línea durante años constituyó un crimen de lesa humanidad, por arte de birlibirloque se abre la veda y pintar fuera de la línea alcanza una cotización brutal. Los cambios bruscos de temperatura provocan que el interfecto no se atreve (porque no se fía) a crear o, lo que es peor, no sabe por dónde narices empezar. Lógico y normal.   
El hacha asesina de la creatividad es el desaliento. A los profesores que nos gusta innovar nos castigan con el látigo de la indiferencia los inmovilistas. Una cara de asco hace ceder al más pintado y lo desanima y con un poco de suerte lo inutiliza por los siglos de los siglos. Los profesores poco creativos imponen su forma de ver el mundo a los alumnos con el único objetivo de que reproduzcan sus modelos, quieren seguir instalados en la zona de confort que les ofrece el interior de la línea. Llueva, nieve o ventee, se amotinen los alumnos o se aburran como ostras, ellos erre que erre. Los avispados zagales que saben que el aprobado está en su capacidad de calcar ajustan contrastes y brillos hasta conseguir el plagio perfecto.
Os dejo el cuento de Peter H. Reynolds para que sepáis que la creatividad a veces se estimula con algo tan fácil como enmarcar un punto.

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