dimecres, 10 de desembre del 2014

EL CONSENTIMIENTO DE LA PUTA



Oleada de asesinatos falócratas, pleamar de condolencias. Dice una comentarista imbécil que la víctima no respondía al perfil de las mujeres maltratadas. La historia del dominio es casi tan larga como la Historia, el último tentáculo que estrangula recoge toda la maldad ancestral. Nuevos tiempos, viejas formas de violencia. La vida de la mujer no tiene precio, su cuerpo sí. 
Expertos ridículos hablan de problemas presupuestarios (bendita crisis), de fiarlo todo a la educación, de concienciar al macho para que no mate. Cuando los focos se apagan bajan la ventanilla de un coche, llaman por teléfono o cruzan la puerta de un macroprostíbulo. Llevan billetes en la cartera, los que les guindan a otras mujeres con sueldos anoréxicos. La dominicana o la rumana que enseñan muslamen en la cuneta, la ucraniana o la gambiana, la española y la francesa que reciben en su casa, o la ONU que habita en el supermercado del sexo, consienten vender el uso de su cuerpo, especialmente las zonas sexuales del mismo, a cambio de dinero. Ya tiene el falo su salvoconducto: una transacción comercial entre personas adultas (a veces son menores las que consienten a la fuerza). 
¿Los que compran el cuerpo de la mujer sin deseo son los mismos que lucharán por su igualdad? El oficio más antiguo del mundo repiten los que quieren calcar la desigualdad. ¿Los que las explotan lucharán por ellas? En la época de mayor libertad sexual más aumentan las cifras del negocio de venta de carne de mujer. Paradójico.
Todo consentido, todo legal. Paula Vip, la presidenta de Aprosex (Asociación de Profesionales del Sexo) arenga a su ejército de consentidoras en una sección de su página web que se titula ¿Puedo ser puta?: Pues si gustas del sexo, eres capaz de practicarlo con un hombre que no te agrada físicamente, si eres una persona que te importa más el hecho de estar haciendo bien tu trabajo que, la hermosura del otro, si puedes comprender que, hay personas que precisan de sexo y jamás lo encontrarían si no fuera pagando, si entiendes que, hay muchas personas que buscan, no sólo sexo si no también desahogarse charlando, que les toques, que les acaricies, porque, si tú no lo haces, nadie lo  hará, entonces, puedes plantearte ser puta. Para que el consentimiento sea profesional la asociación propone un cursillo de 8 horas por 90 euros. Nociones básicas para la profesionalización y protección de la mujer prostituta (con asignaturas tan profundas como ¿por qué quiero dedicarme a la prostitución?, ¿de verdad deseo ser prostituta?, ¿pensaste en los inconvenientes?, ¿me siento preparada?, pequeños trucos sobre sexo, introducción al estigma de puta y sus consecuencias anímicas, fondos y planes de ahorro…).
Mara Hoffman

Muchas mujeres consienten abortar pero hay una ley que se lo impide, el sacrosanto derecho a la vida del no nacido (porque los nacidos viven en la intemperie) prohíbe que se lleve a cabo su consentimiento. Por mucho que una mujer quisiera contraer matrimonio civil con un hombre casado con otra mujer la ley se lo impediría, pese al consentimiento de ambas partes la ley es inflexible en la prohibición de la poligamia. Una mujer en estado terminal podría consentir que alguien le administrase una muerte digna, la ley (otra vez el derecho a la vida indigna) pese al consentimiento de ambos, se vuelve pétrea y consideraría el hecho como un homicidio. Una mujer con dinero podría comprar el cuerpo de un hombre para pasearlo con collar por el paseo de Gracia o la Castellana, lo compensaría adecuadamente, solo tendría que ponerse a cuatro patas y llevar su ritmo. Cada uno se gana la vida como quiere y como consiente. Aunque el hombre aceptase por necesidad, la mujer sería detenida por humillar a un ser humano. La mujer podría esgrimir que no es menos humillante pasar hambre o no disponer de dinero para alimentar a sus hijos y que el hombre satisfacía un deseo de poder de la mujer. La mujer no se salvaría de la multa.
La prostitución legitima las formas de violencia contra la mujer. Los legisladores (en su mayoría hombres) no tienen prevista su abolición, no figura en ninguna agenda política. Demasiado complicado, demasiado profundo. Tal vez sea hora que con nuestro consentimiento se ofrezca dignidad al 50% de la población. No demos un voto a quien no lo contemple.

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