Cuán fácil es hablar con algunas personas, cuán
costoso hacerlo con otras. Dos factores son decisivos para hacer cumplir el
dicho de que hablando se entiende la gente. El dominio del lenguaje y la
precisión en su uso es el primer escalón para la entente entre seres humanos pero no el único. Hay
que salvar el escollo de los grumos viscosos en el cerebro. El autor de la
metáfora es el Maestro Emilio Lledó. Los sectarios o las personas sin construir
presentan ese obstáculo para el diálogo fructífero. Por mucho esfuerzo y mimo
que aportemos al intercambio verbal nos quedamos empantanados en sus creencias limitantes. Nuestras manos discursivas quedarán impregnadas de una pringue que nos encauza a la senda de los
cangrejos.
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Lim Cheol Hee |
El Maestro Lledó protagoniza un programa titulado
Pienso, luego existo, de la 2. Treinta minutos de clarividencia y de
entusiasmo por el conocimiento, por el saber mirar, por la superación que proviene del acto educativo, no de la erudición inservible. No se lo pierdan.
El filósofo nos habla de establecer una relación
con las palabras. No es tan solo cuestión de diccionario, de etimología o de
contexto. Las palabras nacen (conocemos el significado oficial), crecen (las
utilizamos), se multiplican (entran en relación con otras, sinónimos,
antónimos…) y pueden llegar a morir (falta de práctica, uso incorrecto).
Yo ando ahora enfrascado en la palabra venganza,
mucha gente la denosta por improductiva, por demasiado próxima al rencor. Yo la
he asociado a equilibrio, a restablecimiento de un orden profanado. La venganza es una
forma de inteligencia, una defensa para que los deshonestos entiendan que sus atropellos tendrán consecuencias tarde o temprano. Supongo que alguna acepción vendrá
recogida en el diccionario, otras cobran sentido desde mi experiencia. La
palabra engordada con vida nutre el doble, abre autopistas y desface
grumos viscosos.
El amor también se me está tiñendo de economía.
Veo balances, números rojos, superávits y déficits. Cuando a mi
alrededor lo equiparo a un negocio mercantil veo con satisfacción como crujen los dientes de los
academicistas. No me sean tan ortodoxos y dejen que fluya la metáfora hasta el final.
Orgasmo está virando a una muerte lúcida, ducha se entronca con creación y justicia anda emparentándose con dique. Lágrimas y lloros, pucheros y lamentos, en vías de extinción por perniciosas. La mayoría de palabras proscritas lo son por demasiado afines al lenguaje satinado del que huye como la peste el Maestro Lledó. Ese hablar por hablar que buscan los cursis escurridizos.
Orgasmo está virando a una muerte lúcida, ducha se entronca con creación y justicia anda emparentándose con dique. Lágrimas y lloros, pucheros y lamentos, en vías de extinción por perniciosas. La mayoría de palabras proscritas lo son por demasiado afines al lenguaje satinado del que huye como la peste el Maestro Lledó. Ese hablar por hablar que buscan los cursis escurridizos.
Si las palabras no nos resuenan, no nos
transforman, no nos inducen, no nos provocan, empieza el encefalograma plano y
la sumisión a lo que piensan los demás. Y yo, de momento, dejo que me rasquen
la lengua para que salgan arregladitas a un mundo demasiado mudo en las ocasiones que convendría un grito.
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