Mi pareja cómplice y un servidor estuvimos ayer dos horas amarrados al sofá. El silencio indignante solo se cortó con un par de exabruptos necesarios para liberar la tensión. Ya sabemos
que la justicia casi nunca duerme en los tribunales (lo hemos vivido en carne
propia). Ya sabemos que negligentes es uno de los calificativos más suaves
con los que se pueden utilizar cuando se habla de los cuerpos policiales de
Catalunya. No vivimos en un país tercermundista, estamos hablando de la
cosmopolita Barcelona, la capital del turismo, el arte y el diseño, pero también
tiene cloacas, sórdidas comisarias donde se puede apalear impunemente con la
cobertura de unos políticos ciegos e indigentes morales.
Ayer vimos el documental Ciutat Morta (lo han
colgado en Filmin). TV3 no ha considerado todavía pasarlo
por ninguno de sus canales aunque le hayan otorgado 10 premios o haya sido seleccionado para participar en
21 festivales. Nuestra televisión pública (cómo duele el acento por irreal) no lo ha
programado porque lo considera “parcial”. El discursito del president Mas en el
Forum es un modelo supremo de imparcialidad. Tal vez sus enchufados directivos consideran
que los catalanes estamos preparados para conocer los pormenores de la caza de
ballenas en Japón, los detalles del conflicto ucraniano o conocer al dedillo el
conflicto escocés, pero no podemos oler nuestras alcantarillas. Somos tan
modernos que nos perturba el tufo putrefacto de la injusticia autóctona.
Piensen que acuden a un hospital y mientras están
en la sala de espera esperando para ser atendidos unos policías que han llevado
allí a tres detenidos (después de haberlos torturado) les empiezan a hacer
preguntas y en dos minutos los esposan y deciden que ustedes son los
responsables del homicidio involuntario de un agente que se ha producido en un lugar en el que
ustedes nunca han estado. Que se pasan dos años esperando un juicio y que al final
los condenan a tres años de cárcel. A ustedes y a mí es difícil que nos pase,
somos normales, vestimos normales, vivimos en sitios normales. Patricia Heras
tenía un peinado que simulaba un tablero de ajedrez y según la poli vestía con
estética okupa. Suficiente motivo según los que buscaban chivos expiatorios para hundirle la vida, una basura social que se puede limpiar impunemente. En abril de 2011
decide suicidarse al salir de la cárcel. Sus amigos y amigas creen necesario restablecer el equilibrio hacia la justicia para que todos podamos seguir creyendo que lo sucedido no se repetirá nunca más.
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada