divendres, 12 de desembre del 2014

QUÉ SÉ DE LA MUERTE



De la mía, poca cosa. No sé ni el día ni sé las circunstancias. Puede que tenga indicios y puede que no. He conocido muertes anunciadas y otras imprevisibles. Estéril argumentar cuál será más conveniente, sé que no se me dará elección. Sé que se puede aprender a morir y por eso hoy escribo.

Tomasz Alen Kopera

Sé que no hay una sola muerte. Cada día morimos un poco pero es tan imperceptible el fallecimiento que cuesta detectarlo. Sé del frío que deja la muerte tras de sí. La gélida mañana siguiente donde no existe el que existió, donde todo lo vivido se cambia por una inaccesible ausencia. Sé de esa incredulidad que impregna los huesos de vacío, parece que en un instante debiera cruzar por la puerta el que se fue pero también sé que el que se va no vuelve nunca. Sé guardar en mi corazón el rodal del que estuvo. No olvidar los detalles, las palabras, los olores, los impactos, la luz. Sé que no quiero olvidar y no olvido.
Mi madre me enseñó que temer a la muerte acorta la vida. Isabel no quiso ir al médico por miedo a una enfermedad grave y se complicó la vida, Isabel no quiso operarse a tiempo por miedo y perdió calidad de vida, Isabel coaccionó a todos los que la rodeábamos con su posible muerte y nos mató a todos un poco. Mi madre quiso dejar encargos después de muerta y me costó liberarme de ellos, por eso sé que la muerte a veces no es el final de las dependencias.
Mi padre siempre me dijo que no temía a la muerte. Temía la de los demás. Con José se portó mal la muerte, quiso probar su valentía con un Alzheimer galopante. José cayó en el desvarío, en el desreconocimiento propio, en la paupérrima decrepitud, hasta aceptar que él tenía que dar el paso hacia la muerte porque la muy cobarde se estaba riendo de él. Sé que cuando ella no se decide se puede elegir la muerte propia.
Sé que hay gente que vive como si no hubiera muerte. Y son peligrosos, irresponsables absolutos que esconden una verdad irrefutable para esconderse ellos. Los inconscientes profesionales pueden matar sin saberlo para subsistir en un hábitat irreal. Este mundo corpóreo, esta sociedad eternamente joven, barre a la muerte, la esconde bajo del felpudo para que no inquiete sus mentiras.
Prueben a ponerse delante de un papel en blanco y volcar toda su sabiduría sobre la muerte. Seguro que es mucho lo que la vida les ha enseñado. No se dejen convencer por los que dicen que no sirve de nada saber de la muerte, son débiles que no quieren mirarse en el espejo, otra forma de vivir a merced de los vientos que no sopla la verdad inexorable.

2 comentaris:

  1. Una verdad inexorable, la vida me ha enseñado que no puedo eludir la muerte. Que llega de improviso o se hace de rogar, pero que me acompaña cada día hasta que decida hacer su aparición estelar.
    Un besote.

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