Estamos viendo una peli en la hora de la
denostada Educación para la Ciudadanía, segundo de ESO, zagales de trece años
por lo bajo. El prota dice una inconveniencia y su novia le suelta una hostia
(vocabulario adolescente cien por cien). Un retaco líder espiritual del grupo salta
como accionado por un resorte invisible:
- -
Me hace eso a mí y la ato a la
pata de la cama.
Algo me pellizca por dentro, no me parece esa
expresión propia de estos tiempos, alguien la ha insertado en una boca
prestada. Si la hostia se la hubiese dado un macho, lo hubiese matado, pero no
lo ataría a la pata de la cama. Me escamo.
No hay estudiante de bachillerato de mi instituto
(50% de los estudiantes solicitan beca) que no tenga un Iphone. Entre sus
brillantes aplicaciones está su potente GPS. Algunos machitos de pro obligan a
sus princesas a activarlo para saber en todo momento donde anda su propiedad
(no, no me he equivocado con el lamentable vocablo). En el fondo es una forma sibilina de atarlas a
la pata de la cama. El cabrito de segundo de ESO no iba tan errado.
Me explican fuentes fidedignas que se pueden
hackear las contraseñas de las redes sociales como el que come altramuces
(chochos otrora), hay tutoriales en google para todo. El espionaje (ahora que
Método3 está tan de moda) está a un par de clics de distancia. Los novios
celosos tienen un arma poderosa de control (siguen atando a la pata de la
cama). Sin demasiado esfuerzo pueden obtener contactos, conversaciones y fotos
de su amada (hay amores que matan).
Cosas de adolescentes, ya se sabe.
No hay debate más ardiente que el que se
produce en la hora de tutoría cuando se habla de la relación entre los dos
sexos. Desde los discursos políticamente correctos que se destiñen a la que se
aplica un poco de vida cotidiana hasta los provocadores que rescatan modelos
medievales. Pero lo más sorprendente para mí son los furibundos ataques de las
mujeres a representantes de su propio género.
- -
Esa se viste como una guarra.
- -
¿Qué entiendes por una guarra?
-
- Ya sabes profe, no te hagas el
tonto.
-
- Defíneme guarra.
-
- Que busca guerra, que va a
calentar a los tíos, chupapollas…
El público masculino enardece, sonrisitas por
lo bajini, o sea, inflados como pavos. El término guarro no existe en su
diccionario (a no sea para designar la falta de higiene tan habitual entre
estos machotes). Cuando un tío usa (sin pudor ni rubor) a las tías se le
adjetiva por su propia manada muy positivamente, puede recibir el apelativo
“cabrón” pero endulzado y con un matiz honorífico.
Seguro que cuando venga el técnico del
ayuntamiento a hacerles una charla sobre la violencia de género todos los
corderitos estarán unánimemente de acuerdo en los postulados oficiales de la
sociedad. A las mujeres no hay que dominarlas, ni chantajearlas, ni pegarlas,
ni asustarlas siquiera, y mucho menos, atarlas a la pata de la cama, faltaría
más.
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