dimecres, 6 de novembre del 2013

SU MAJESTAD, DON JUAN...MARSÉ.



Nos están ganando por goleada, arrasando, entran por la derecha (en el poder) y por la izquierda (con sus manifiestos rococós). Los dos flancos están infectados y un servidor (creo que como medio país) sin una mala esperanza que echarse a la boca. Tragando carros y carretas, escuchando sandeces, mentiras y chorradas a todas las horas del día. Cuando el domingo giré El País y leí la contraportada se me atragantó la bendita Voll-Damm que purga seis días de machacona zafiedad. En un país arrasado por la ignominia yo necesito aferrarme a la solidez de su látigo. Lo proclamo mi rey (visto que el otro no tiene intención de abdicar por puro campechanismo).


 “Hace la mucho tiempo que envié a todos los políticos a hacer puñetas, a unos por falta de coraje, la izquierda, los míos, a otros porque Dios les hizo así de cabrones, me refiero a los de la derecha, los de su Eminencia Reverendísima. ¿Catalunya independiente con este panorama? Yo no dejo de recibir agravios de Rajoy como de Mas, así que me da igual que me jodan desde Catalunya o desde Espanya”. (El País, 3 Noviembre de 2013)

¡Aire fresco, por favor! Necesitamos voces (ácidas) sin pelos en la lengua, sin posibilismo barato.

Pero es porque esa democracia que vivimos no ha estado nunca consolidada. Es frágil, y esa fragilidad ha conducido a un movimiento de retroceso, y no solo en el manejo de la economía. Es que este país sigue siendo inculto, un país que no lee. Se edita mucho, pero uno de cada tres españoles no lee un libro en su vida. Absolutamente insólito”. (El País, 1 junio 2013)

Blanco y en botella. Eso explica que dirija sus dardos contra el castrador/rectificador de Erasmus, el Wertiginoso Educador como lo califica Marsé, le acusa de “ofender mi inteligencia”. Y si le quedaba algo de estopa la enciende con Cospy, “su embuste es una aportación a la filosofía marxista, vertiente Groucho”. 
Somos conscientes de que una de las claves de nuestras desgracias radican en un período tibio de nuestra historia. Tuvimos que poner otra marcha, superar el pactismo hipócrita, llamar a las cosas por su nombre (no nos extrañe la profusión de eufemismos de que gastan los neofachas) y romper con un pasado lleno de sombras poco democráticas. La comodidad (el anestesiante estado del bienestar) nos llevó a comulgar con las ruedas de molino que ahora asfixian el presente y el futuro.

La Transición parecía abrir un camino, pero se emborronó. Había que pactar mucho, para que no se produjera una hecatombe. Soy de los que piensan que hubiera hecho falta una segunda etapa de la Transición. Porque no se resolvió la relación con la Iglesia católica, que ahora manda de nuevo como antes de que se muriera Franco. Mira los telediarios, y mira tu periódico, ¡15 páginas al Papa!… Y para redondear todo esto, ni la Iglesia ha pedido perdón por levantar el brazo ante el Caudillo, por llevarlo bajo palio y por apoyar la cruzada, ni la derecha de este país ha renunciado a sus privilegios”.

A los ochenta años cumplidos, mi Rey, deja una fórmula para subsistir en la aridez del reino de los charlatanes. Frente a la palabrería estéril, un ejercicio muy sano.

Prefiero el silencio al gruñido. Creo que el silencio en un país de gritones es mucho más elocuente. De hecho, llevo años en el aprendizaje del silencio. Hasta ahora he conseguido muy poco, pero no cejo en mi empeño. Tomo ejemplo de Rajoy, que es un maestro. Claro que en un gallego no tiene tanto mérito...”

Si algún impuesto mío tiene que sufragar una Casa Real, que sea la de este creador de historias y verbo diligente.

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