dimarts, 4 de març del 2014

LOS USUREROS SE ALIMENTAN DE CONFIANZA



Levanten la mano aquellos que se hayan leído la letra pequeña y la letra mayúscula de la hipoteca que firmaron en su día con una entidad bancaria española. Si alguien (espero que habiéndose aplicado desodorante en la axila) así hubiese procedido, lo emplazo a que siga dejando que circule por su brazo la sangre según dicta la ley de la gravedad si es cierto que comprendió todos los términos técnicos contenidos en semejante mamotreto. ¿Cómo se atrevieron? Inconscientes, irresponsables… continuaré la retahíla de adjetivos descalificantes hasta acabar con su autoestima para que muten de víctimas a verdugos. Los culpables, obviamente, no reclaman sus derechos, se espera de ellos que hagan mutis por el foro y que se conformen con su desgracia.   
Todos los firmantes de productos bancarios sabemos que nos timan, que nuestra rúbrica es una pequeña sentencia de esclavitud, que mientras tengamos el dinero preparado para ir achicando la saliva que brota de las fauces del monstruo bancario en cuyas garras caímos por necesidad (y durante el tiempo de bonanza por inconsciencia) no habrá ningún problema pero que si un día nos falta cash y tenemos que acudir a la letra pequeña o a la letra mayúscula de los contratos que firmamos estamos condenados de antemano. Con el tipo de interés, los años de sentencia y la cuota mensual teníamos suficiente para firmar. En Europa, que tienen gente que sabe de letra pequeña ya han empezado a aclararnos que existe un concepto denominado “clausulas abusivas”. Los bancos comían (comen y comerán) de nuestra confianza, no ciega, sino social. El conjunto de la sociedad asume la usura como algo normal e irremediable. Y de ahí al atraco sistemático, un paso.


Las entidades bancarias de este país (y de otros) se han comportado como niños mimados en el tránsito de las vacas gordas a las escuálidas. Cuando fluía el dinero a espuertas eran las embajadoras del rey Midas (si hasta compraban aerolíneas) pero cuando empezó la crisis quisieron tapar los boquetes de cualquier forma: negándolos (balances maquillados que hicieron saltar por los aires los hombres de negro de la UE) o llenándolos de paja (preferentes y otros tóxicos financieros). ¿Y la poli? ¿En la luna? ¿De permiso? ¿Y el gobernador del Banco de España? ¿Y la Comisión Nacional del Mercado de Valores? Se automaniataron para no actuar. ¿Sospechoso, verdad? Miles de excusas y tecnicismos para hacerse el longui y mirar para otro lado.
El niño mimado cuando los padres no le quieren comprar el último móvil amenaza con suicidarse, los papás que han engordado el monstruo se ven obligados a hacer lo que sea para ponerle el nuevo juguetito en sus manos. Los bancos han tirado siempre de corralito para chantajear a gobiernos y manejar voluntades a su antojo. España pidió 40.000 millones de euros a Europa para tapar los agujeros de los niños mimados. Suerte que ahora están recuperando el dinero con la venta a trozos de lo que queda de Bankia. ¿Nos devolverán derechos? ¿Servicios? Lo que se da no se quita, Santa Rita, Rita, Rita.   
Ayer Blesa fue a declarar por el tema de las preferentes. Lejos de acogerse al método infantesco (no sé, no me ocupaba, no estaba, no me consta…) se puso chulito (cuando uno dispara y abate a bichos que hacen tres veces tu peso te puede dar ese subidón) y contraatacó con una frase que pasará a la historia de la ignominia. “Ser jubilado no supone ser un analfabeto financiero”. Si es cuestión de suponer, ser el responsable máximo de vender productos tóxicos que acaban con los ahorros de toda la vida de unos abueletes que confiaron en los que regentaban las sucursales que especulaban con los dineros que habían sudado currando toda su vida, supone ser un grandísimo cabrón (con perdón para los cabrones).

 

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