dilluns, 7 d’abril del 2014

LA TRIPLE P



Llevar lidiando (y domesticando) adolescentes tanto tiempo me da una visión evolutiva muy interesante. Un adolescente es un tierra de nadie. Manifiesta rémoras de su niñez (no olvidemos esa patria que se configura antes de los 9 años), balbucea incongruencias desde un cuerpo en construcción y el mundo adulto (los padres preferentemente) desea que manifieste síntomas de integración para sentir que el tránsito a la responsabilidad se está gestionando convenientemente. El desconcierto que crea ese espécimen sin límites definidos se ha calificado con un eufemismo, como casi todo lo que no tiene etiqueta en esta sociedad consumista: la edad del pavo. Cada salida de tono, cada muestra de irregularidad emocional, cada descenso en los niveles de respeto y comportamiento cabal se le achaca al navideño animal.
Mi experiencia me ha enseñado que la adolescencia ha pasado de ser un sector desdeñable a convertirse en un lobby potente. Los adultos de mi adolescencia (ya empezamos con la batallitas) equiparaban la adolescencia a una fiebre, era cuestión de esperar que remitiese sin poner más remedio que la paciencia. Hoy en día existen reputados “adolescentólogos” que dedican esfuerzos y ciencia en explicar lo inexplicable. La ampliación del carné de adolescente a límites insospechados (no  se extrañen que llegue a la treintena o más) empieza a generar conflictos internos en una sociedad que había amparado la locura pavona pero que se da cuenta que algunos cimientos del edificio del bienestar se agrietan por el exceso de peso de los improductivos.
Yo quiero integrarme en el lobby y les he preparado un pequeño estudio en alpargatas para poder estar on fire en el tema de adolescentes. Como base científica he elegido el programa Conexión Samanta (Cuatro) titulado Poligoneros. Buscando un márketing necesario he calificado las tres patas del estudio bajo el grandilocuente título de la La triple P (para obtener alguna subvención de algún gobierno popular con fondos o incluso de la mismísima FAES).

Primera P: POSTUREO

Neologismo imprescindible que califica la supremacía de la imagen sobre otros conceptos. El mejor ejemplo es Abel, un tipo de 20 tacos que se aplica maquillaje para disimular sus granitos, que se pega toda la semana de farra, que esconde tres pistolas en su habitación, que no pega un palo al agua pero tiene caprichos para parar un carro y que se ducha antes de salir a correr con sus colegas de estirpe. Merece vuestra atención.

Segunda P: PADRE ENROLLAO


Sarai ha estudiado auxiliar de enfermería y no tiene previsto currar hasta que no salga nada de lo suyo, el padre, un orondo prototipo de comprensión infinita se ríe de desesperación, entabla combate peligroso con su hija para dilucidar quién aguanta más de marcha (qué ricura la de este padre amigo). La vida de Sarai es ir de botellón en botellón. Viva la fiesta. No perderse los grititos de jaleo que recibe de sus amigas, creatividad en vena.

Tercera P: POKEROS

La chica de azul refulgente utiliza expresiones del calado de “me cago pa ti” o “jambón” (chicos). No se os ocurra confundirlos con bakala, ella escucha música poky (sub-estilo de la música electrónica). Imprescindible colgarse abalorios de oro (el de la prota del video regalado por su abuela). Gafas de las buenas, cochecito y cinco suspendidas en segundo de Bachillerato. Quiere ser administrativa o secretaria (faltaría plus).

Y el país en crisis. ¡Venga ya! Tenía razón Montoro, no todo son estadísticas.
  

1 comentari:

  1. La verdad es que el "buenismo" mal ejercido está haciendo mucho daño. Porque la realidad da bofetadas con la mano abierta y muchos padres intentan que sus hijos no sufran, evitando que se den de bruces con la realidad. No digo que no haya que protegerles, por supuesto que sí, pero no para siempre. Que el joven que no se enseña a las buenas (o sea, escuchando las advertencias de los mayores o siguiendo su ejemplo), se enseña a las malas. Así que ellos eligen. Yo creo que lo más importante es valorar más el esfuerzo como una solución para valerse por sí mismo.

    Desde el rol de profesor, con tantos alumnos y tan poco tiempo, en mi opinión poco se puede hacer, pero lo poco que se haga, que se haga bien, ¿no?

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