Inmediatamente, la manada y los que tienen la
obligación de estructurar su respuesta (medios de comunicación), apelan a la
raíz de las emociones que suscita el asesinato de un profesor a manos de un
alumno de 13 años.
Conmoción. El niño se derrumbó como niño que es
(desterremos inmediatamente al monstruoso asesino que pudo aparecer sobre
nuestro miedo al conocer la noticia). Familia estructurada, padre profesor y
entrenador de hockey, madre médica. Los sindicatos de la familia quedan tranquilos. Si hubiese sido magrebí hubiera podido derivarse al peligroso barranco del yihadismo,
si hubiese olido a quinqui de clase baja hacia el debate arriba-abajo muy de
Podemos. Nada, nada, olvídense, un chaval un poco rarito pero nada más. Los pintores de realidad siguen trabajando subliminalmente, como el que no quiere la cosa
ya han rastreado en Facebook (olé respeto por la intimidad) para encontrar
algún chivo expiatorio: adicto (sí, sí, así lo titulan los magníficos voceros
del sistema) de “The Walking Dead”, fascinado por la lucha (su videojuego
favorito versa sobre el tema), le gusta el rock, el metal, el punk, la peli “Leyenda urbana” (terror) y
Terminator. Informaciones aparentemente banales que se pueden incrustar en la parte
trasera del cerebro social y empezar a encontrar las explicaciones que desean
los amantes del recto proceder. Eso sí, nada de tocar los andamiajes de la desarrollada sociedad catalana ( o española, tanto me da, funcionan con el mismo patrón excepto para esos dementes twitteros que aprovechan la oportunidad para provocar al personal).
El cuerpo
social ha recibido un fuerte impacto en la emoción (capacidad de
moverse), sólo puede recuperarse buscando otras emociones reanimadoras. La parálisis es muy peligrosa (siguiendo siempre a Chantal Mallard), si
no hay respuestas el ciudadano puede interpretar que está al albur de elementos
que pueden atacar su cotidiana y plácida existencia y plantearse dejar de producir (nefasto para el sistema que domina la
manada, el capitalismo).
La consellera d’Educació Irene Rigau sale a la palestra y se esfuerza por transmitir las palabras clave (las que guían las emociones) para tranquilizar al
personal: HECHO PUNTUAL (no ha sucedido y no debiera volver a suceder) fruto de
un BROTE PSICÓTICO (algo extraño, incomprensible, obra de un chalado y eso es
incontrolable por los que gobiernan la manada). No se pueden extraer demasiadas
conclusiones, no se pueden buscar demasiados análisis que no rocen la
demagogia. La política eficiente ya ha maniatado a los que puedan desarrollar
una estrategia diferente a las emociones. Los focos se colocan en lugares intencionados
para desviar la atención de otros rincones más oscuros (responsabilidades).
Suena el timbre. Cinco minutos de silencio.
Emotivos.
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