divendres, 11 d’abril del 2014

A RÍO REVUELTO



1.    ¿Cómo eran los poblados ibéricos? A mí me lo vas a preguntar si no traigo libro.
2.    ¿Cómo protegían los poblados? Yo k se.
3.    ¿Qué edificios públicos había? Pues centro comercial… a lo moderno.
4.    ¿Qué rituales funerarios practicaban? El baile del caballo.
5.    ¿Cómo estaba construida una casa íbera? No he vivido en el pasado así que no lo sé.
6.    ¿Qué función tenía la casa íbera? Ya te lo he dicho en la 5.
7.    ¿Qué herramientas se utilizaban? Habla en español que no se entiende ( las preguntas del original estaban formuladas en catalán)
8.    ¿En qué se fundamenta la economía de la metalurgia? K es economía.
9.    ¿Qué objetos fabricaban en metal? La economía.
10.  ¿Con qué pueblos comerciaban los íberos? Pues no lo sé.

El examen corresponde a Ciencias Sociales de Primero de ESO. No es ninguna anécdota, no es baladí lo que se desprende de las respuestas de la muchacha de doce años que a buen seguro se pasó dos o tres semanas recibiendo información sobre el pueblo que habitó la península ibérica (¡qué casualidad!).
¿Recuerdan las respuestas de la Antigua Antología del Disparate? Provocaban hilaridad conceptual, la sonrisa arrancaba de confusiones graciosas y asociaciones ilícitas pero como sustrato homogéneo de las barbaridades existía el deseo del alumno de responder, de quedar bien, de rellenar el vacío con términos que se aproximaban a la melodía pero que tenían graves carencias de solfeo. La nueva edición (mi generis) de disparates es de otra pasta, se aprecia una chulería, una falta de respeto y un nulo sentido del humor que provoca rabia contenida. Cuando se habla de desprecio por la cultura el examen trascrito puede ser un ejemplo muy revelador. 


No me hagan demasiado caso, los profes estamos exhaustos con este trimestre inacabable, puede que nos nuble la vista el cansancio pero a volapié y con la  contemplación a vista de pájaro del examen de marras parece sensato reconocer que las carencias de los que suben no tienen mucho de pedagógico (menos mirar al dichoso PISA) sino más bien de posición ante la vida y ante los congéneres que nos rodean (más revisar los valores de la tribu).



El péndulo se mueve entre dos orillas. La de don Iñaki (mi profe) que le hubiese dado una santa colleja a quien se hubiese atrevido a escribir un diez por ciento de lo registrado en el examen del principio y la del profe timorato que me lo pasó y que está acongojado por las consecuencias que le pueda significar actuar con coherencia. En medio del río revuelto, los pescadores hartándose.

3 comentaris:

  1. Pues no les pongas exámenes si quieres evitar esas respuestas. Crees que contestar correctamente las 10 preguntas demuestra que hayan aprendido algo significativo? Haz la prueba: ponles el mismo exámen por sorpresa dentro de 15 días, a ver qué ha quedado.
    Y qué casualidad que sean 10 las preguntas, será por comodidad calificativa? Porqué no 13, o 19?
    Aunque lo que describes parece un caso de pasotismo extremo hay que darle respuesta porque seguramente los resultados de alumnos "normales" tampoco serán como para tirar cohetes.
    Vale la pena intentar otras metodologías. En general los críos son curiosos y vale la pena aprovecharlo.
    Me descojono con tus post que leo asiduamente, pero este de hoy.....mmmm
    Saludos y bones vacances.

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    1. Joan, no te precipotes, este examen no es mío (lee atentamente el final). Por lo que leo nos encontramos dos concepciones de la educación aquí reunidos. Tu buenismo (aceptalo, un exceso de confianza en los alumnos pasotas y no pasotas) vs mi desconfiismo (lo acepto, a veces generalizo demasiado lo malo) Estas luchas prometen. De la dialéctica sale agua clara. Un saludo.

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  2. Yo sí estoy de acuerdo en examinar con preguntas de este tipo. Quien tiene ganas de aprender, estudiará para responder bien estas preguntas. Quizá poco tiempo después ya no se acuerde, pero sabrá dónde buscar y le resultará más fácil volverlo a aprender.
    Lo difícil es conseguir que los adolescentes tengan ganas de aprender alguna cosa. Ese pasotismo que algunos abanderan, parece ser incluso contagioso. Y pobre del alumno que muestre interés por lo que cuenta el profesor.

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