dimecres, 2 d’abril del 2014

ÉCHATE A LA DERECHA



En vías de dos carriles hay vehículos que a pesar de su lentitud se mantienen tozudamente en la izquierda obstaculizando el paso de aquellos que pueden y quieren correr más. No les sirve ni una ráfaga de luces ni un pitorrazo bien dado, ellos siguen aferrados a su carril. Échate a la derecha claman los que sufren su obstinación. Me recuerdan al ínclito Rouco Varela. Por la obstrucción y por la derecha.


Ojos que no ven, corazón que no siente y bilis que no se produce. La cara de este tipo ya produce urticaria pero cuando se atreve a abrir la boca tiemblan los cimientos del país. Su dicción ramplona, su mirada desafiante, su superioridad moral que le permite dar lecciones a los feligreses (allá ellos si les va el sadomaso) y al resto de los españoles. Fuimos no pocos los que sentimos alivio con su relevo y ya lo dábamos por desaparecido en una cómoda residencia para dinosaurios eclesiásticos (a lo Bendito XVI). Pues no, en el funeral de estado por Adolfo Consenso Suárez resucitó para volver a sacar las patas del tiesto. Y uno se pregunta si será la última vez que se abran las compuertas de la bazofia pero no está del todo seguro, este tenaz jubilado es capaz de conseguir un programa en prime time en su cadena y volver al candelabro de la mano de los escarnios del Gran Wyoming. Y no descarto que después de muerto sea capaz de estirar la mano desde el coto privado de su empresa (cielo) y señalar a las abortantes y a los homosexuales no arrepentidos de ir contra la naturaleza. Todo es posible viniendo de esta mala hierba.
Lo mismo que les digo una co les digo la o. Rouco y los obispos sarnosos me parecen honestos. Expresan con vehemencia y claridad los postulados de su empresa. Yo no entiendo a la iglesia católica de otra forma y analizada desde este prisma es cuando comprendos sus oscuros tejemanejes. El mercado de creencias está muy achuchao, a las religiones tradicionales se le han sumado un puñado de alternativas para salvarse y para anestesiar la conciencia. Es normal que los directores de márketing católicos propongan diversificar sus estrategias comerciales para no perder su liderazgo. El monopolio espiritual ahora está en crisis (con eso que llaman estado laico) y aunque se ayudan de los bulldogs más reputados para morder en el tobillo a la competencia (el obispo de Alcalá es un crack), los cerebros grises de la cúpula han programado nuevos comerciales que venden el mismo producto pero con piel de cordero. 
La última apuesta de Iglesia Católica S.L. es sor Lucia Caram, la veo hasta en la sopa (ni el díscolo Risto se pudo resistir a sus encantos). Ese desparpajo verbal tan argentino, esa rebeldía medida contra las autoridades de su empresa, esa defensa exacerbada del mensaje de Jesús (primer comunista, guiño al progresismo espiritual), ese encarnamiento en los más pobres y el repudio a los poderosos (resucitan a Robin Hood en dos días) pero sin vender ni un banco de las lujosas instalaciones que regenta su director general, el venerado Paquito (este nombre seguro que le trae buenos recuerdos al cáustico Rouco).
La Pepsi es Pepsi y la Coca-Cola es Coca-Cola. No me hagan guiños raros para engatusarme (incluyo a la nueva defensora de la democracia Teresa Forcades). Si un directivo de Pepsi critica las prácticas de sus gerifaltes dura cuatro días en la empresa. Todas las que llevan hábito o los que se tunean con el alzacuellos son vendedores de la misma empresa. Punto pelota. Y en esa gran organización hay pederastas sin juzgar y pasta gansa para acabar con el hambre del planeta y de la galaxia. Que empiecen por reducir los impactos ambientales de sus actos antes que vender ecología a los incautos. Échense a la derecha de Gallardón y Fernández Díaz.

2 comentaris:

  1. Es cierto, yo también lo pienso cuando oigo hablar a Rouco. El tío es honesto. Y el que lo quiera adornar solo está engañándose a sí mismo.

    Aunque también habrá gente buena en ese tinglao, digo yo, que querrá mejorar las cosas desde dentro. Total, la biblia tiene muchas interpretaciones. Yo de pequeña era una beatita, hasta que de adolescente flipaba con las homilías del cura. Con la lectura de las escrituras yo entendía una cosa y luego el cura explicaba otras que no tenían nada que ver. Al final dejé de ir porque pensé que si eso ya me leía yo esas historias en casa. En lo que estoy contenta, es que nunca he confundido las creencias con las convicciones.

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    1. La máxima sacerdotal: HACED LO QUE YO DIGO PERO NO HAGÁIS LO QUE YO HAGO.

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