divendres, 17 d’octubre del 2014

PROFECÍAS QUE SE CUMPLEN



Este niño no lo puedo dejar solo que la lía. Como no lo dejo nunca por miedo a su reacción el día que está solaneras monta un cisco de los que hacen historia.
Esta alumna es muy limitada, no puede entender lo que le explico. Como siempre parto de la misma premisa ya le transmito invisiblemente que no debe hacer el menor esfuerzo para intentar descubrir lo no obvio. El día que no tiene a su lado nadie que asuma su incapacidad se consumará la profecía y tendré legimitimidad para seguir formulando otras en interminable círculo vicioso.
Este adolescente es un descerebrado, cosas de la edad del pavo (chivo expiatorioque aglutina todo lo malo de la adolescencia). Los descerebrados no disponen de materia gris pero sí de orejas que escuchan la previsible connivencia ante sus desmadres. Moraleja, si me paso de la raya que no se exclamen porque era lo que se esperaba de mí.
Las tres anteriores profecías son de curso legal y una pequeña muestra de los prejuicios de nuestra estereotípica sociedad. Privamos a nuestros niños y adolescentes de límites claros y les dotamos de una especificidad blandengue que en nada les beneficia. Ellos responden con obediencia a nuestras fragilidades, a nuestros caprichos o a un nuestras arbitrariedades.  
La última de las profecías sobre los dislocados adolescentes es que no pueden votar a los 16 años porque no están maduros. Se propone que lo hagan en el referéndum (no me vengan con gaitas y terminologías chorras) de independencia de Catalunya (ya lo hicieron en Escocia). Inicialmente se sospecha de que la medida sea una estrategia del convocante para conseguir sus oscuros intereses. Tenemos tan asumida la perversión de nuestros partidos que no nos fiamos un pelo de sus intenciones innovadoras. 
En un informe que le solicitó el alcalde de Sevilla en 2005 a José Antonio Marina, filósofo de tronío y adolescentólogo, describe los argumentos en contra y a favor de la medida, es saludable leerlo (o su resumen en EL CONFIDENCIAL) y darse cuenta de las incoherencias legales en las que incurre nuestro sistema.

Empecemos por las comparaciones odiosas. A los 15 años se admite que un menor tenga relaciones sexuales con un adulto pero no puede votar. A los 14 puede ir pegando tiros por el monte porque se le permite tener licencia de armas pero no puede votar. A los 16 años pueden dejar los estudios, ponerse a trabajar y pagar impuestos, pero ese mismo sujeto no puede introducir un voto en una urna. Todo con la profecía colectiva que asume que ese/a muchacho/a es psicológicamente vulnerable, carece de conocimientos políticos (si lo tuviese el resto de la población anda que gobernaría un incapaz como Rajoy), puede comprarse, es vulnerable, tiene poca consciencia (los adultos sí, claro) y que con su inocencia se podrían aprobar iniciativas peligrosas (el despotismo ilustrado siempre asomando por las esquinas).
Según el informe referido, la limitación de la capacidad de obrar tiene que fundamentarse en la falta de capacidad de conocer y querer, pudiera añadirse según otros autores la experiencia necesaria. Los expertos dicen que a partir de los 14 años los chavales conocen las nociones fundamentales del sistema político (y empiezan a captar sus vergüenzas). Es lógico que puedan participar en las decisiones que a ellos les atañen y que adquirirán la experiencia necesaria ejercitando su derecho a voto.
El informe recoge oportunamente que lo que hay que justificar no es la concesión del derecho a votar sino la exclusión del mismo. Recuerda que a lo largo de la historia se han encontrado rocambolescas argumentaciones para dejar sin el constitucional derecho a no propietarios o a mujeres. Marina considera que el voto a los 16 certificaría un rito de paso de la adolescencia a la edad adulta (frenando ese proceso que se alarga en el vacío) y ofrecería una certificado de ciudadanía a un colectivo que navega en el limbo de la irresponsabilidad y del chupeteo de la teta familiar.
Como último consejo Marina recomienda la progresiva implantación del derecho creyendo conveniente iniciarlo en elecciones locales donde los problemas son más cercanos para el elector.
Confieso que el informe cambió mi opinión prejuiciosa sobre el tema que estaba teñida de profecías limitantes que favorecen la infantilización de los adolescente.  

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