Una de las grandes cagadas de los líderes que
beben del pasado es intentar contentar a todo el mundo. Para aglutinar mayorías
que les aúpen al poder (condición perversa de la sacrosanta democracia) quieren
ser los novios en todas las bodas. Todos los problemas que exceden a los cuatro
años de legislatura (que siempre son tres, el último es inhábil porque tienen
que preparar la próxima victoria) son tratados con una superficialidad
insultante para los ojos neutros.
El último espécimen puro de lo que les hablo es
PEDRO SÁNCHEZ. Ha naufragado tanto el PSOE en los últimos tiempos que han
depositado en este muchachote la responsabilidad de reflotar la nave. Este
partido histórico no se ha enterado que los tiempos han cambiado y que la
cuestión ya no radica en cambiar los cromos de los comandantes al mando. No es
cuestión de cambiar al insulso Rubalcaba por un pseudomoderno Sánchez.
Ayer tuvo una salida de tono bastante gorda.
Propuso que para visualizar la preocupación que producen los asesinatos de
género, los funerales de las víctimas fueran considerados de Estado, o sea, que
tuvieran representación de miembros del gobierno si la familia lo permitía. Al
estupor inicial he tenido que sumar algunos calmantes emocionales para poder
resistir las declaraciones matizadoras de otros compañeros del iluminado
Sánchez. Se supone que este señor ha venido aquí para solucionar problemas no
para poner barniz del malo a los ya existentes. El problema de la violencia
(doméstica) de género tiene raíces profundas que requieren soluciones profundas
también. No se puede poner este tema en manos de populistas baratos que con su
buenismo generalizado sigan manteniendo las estructuras crueles que lo
provocan. La muerte de mujeres a manos de agentes del patriarcado imperante no
es más que la punta del iceberg, los que afilan los cuchillos están inmersos en
estructuras muy fiables. Hablo de la familia que trasmite dominios de
generación en generación, de la educación que se ve incapaz de dominar las
desigualdades, de la publicidad que fomenta los roles, del mundo laboral que
perpetua el negocio. Y ese es difícil que las soluciones vengan de los que
trafican con votos. Una verdadera (y sincera) preocupación por esta lacra
social no caería nunca en soluciones facilonas de cara a la galería y traería
debajo del brazo proyectos más elaborados.
Convertir a la víctima (vocablo que
hunde más a las mujeres que están en la cola del patíbulo) en mártir no es la
solución, señor Sánchez. Usted no pinta nada en los funerales, su puesto está
en el puente de mando creando hábitats donde las mujeres pueden vivir su
diferencia alejadas lo máximo posible de las propuestas simplistas de Igualdad
de los gobiernos zapateristas. No se preocupe tanto de diferenciarse del
Coletas acusándolo de populismo cuando su boca escupe el más genuino.
Y como eso, todo.
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