dijous, 19 de març del 2015

PADRE. CERRADO POR REFORMAS.



Todo está en crisis, la familia está la primera de la cola y la figura paterna en la punta de la nariz. Es hora de que se ofrezca al colectivo la oportunidad de desvincularse del bobalicón San José y su comportamiento comparsa. Ha sonado el despertador para adaptarse a las exigencias de una sociedad igualitaria, se necesita algo más que una renovación de chapa y pintura. Tal vez habría que acondicionar el habitáculo para que no sufra con los vientos libertarios que se esperan. Las revisión de la masculinidad obliga a no saltarse la asignatura de la paternidad.
Ha quedado obsoleto el traje de sustentador absolutos de la familia, el cazador que llega a la hora de la cena y que se lía a repartir bofetones y besos dependiendo de las circunstancias anda tramitando la jubilación. Tampoco se pueden trasmutar los roles maternos vía papel de calca, poco creativo y falsario, los casos que conozco suenan a melodía plagiada y curte. A los padres actuales les falta personalidad propia, reflexión sobre su nueva condición, convencimiento para romper el corsé heredado y para escapar de la sombra alargada de los modelos de padres que tuvieron, San Pepe incluido. Hay que limpiar la brújula para orientarse correctamente en los nuevos parámetros del amor dimitido del romanticismo (amor radical) y en las nuevas tipologías familiares surgidas tras la caída del monopolio. Se acabaron los tiempos de los calcetines y las corbatas, de no sé planchar ni coser, de los discursos en las grandes ocasiones, de ser voceros (a veces inconsciente) de  un  patriarcado rancio que aunque se cae a trozos sigue siendo rentable. Se acabó el fútbol (sí, el fútbol y todo lo que huela a uniformidad). De tener siempre la razón y tener una solución para todo, de mantener el trono a toda costa, de hacerse el longuis de cosas que todo el mundo sabe porque al papa no se le pueden decir las cosas porque no las entiende. Hay que participar plenamente del negocio familiar, al cincuenta por ciento y sin complejos. 
Una última advertencia. No me acabo de fiar de los movimientos pseudohipsters y los aludes de padres tardíos que con la megamitificación de la condición paterna quieren un gramo de eternidad y a la chita callando puedan andar conspirando sibilinamente para que sea homologado un mutado patriarcado políticamente correcto.

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