La televisión ha sido invadida por la política. El mismo rectángulo de plasma donde hasta hace tres días reinaban veintiún esforzados hombres ataviados con calzón corto detrás de una bolita o donde derramaban lágrimas e insultos las princesas del pueblo, ahora tiranizan a los espectadores los políticos. Este finde ha sido especialmente agobiante (se acerca la cita electoral). Tertulias y combates en las diferentes cadenas, en prime time, del chester a los atriles, agrupados por tendencias, por ciudades, por estética. Es obvio que si las teles
programan es porque hay audiencia, si no, de qué. Hemos pasado en un santiamén
del desinterés por la cosa pública a la invasión tiránica. Así somos, la ley del péndulo. Los ojos se me han
nublado y necesito visitar un buen oftalmólogo que me recete un buen colirio para ver con claridad las razones de la metamorfosis.
Visito la consulta del doctor Manuel Arias
Maldonado (profesor de Ciencia Política malagueño) y el encuentro dura casi una
hora (conferencia Fundación March del pasado abril).
Empieza incidiendo en esa creencia errónea que nos hace percibir la democracia como algo absolutamente racional (programas, hechos, políticas…) reduciendo el factor emocional (banal). También explica la influencia de un quiste cerebral que pinza los nervios visuales creado por la mitificación del sistema democrático después de cuarenta años de Paquismo. Esperamos demasiado, soñamos con que transforme la sociedad y especialmente mi propia realidad. El oftalmólogo insiste en los peligros de las ilusiones ópticas. Luego habla de la articulación de los colores (ideologías) producto de la simplificación del ciudadano poco informado, al futuro votante hay que mascarle las opciones, no tiene ni tiempo ni ganas de ver qué hay detrás de cada espejismo. El PP (los que aseguran la estabilidad), PSOE (los que facilitaron los avances sociales), Podemos (los revolucionarios que acabarán con la casta), Ciudadanos (agentes de cambio moderado, antibolivarianos), CiU o ERC (si tuviéramos un estado todo iría mejor). Arias Maldonado etiqueta a los diferentes grupos de votantes como tribus morales.
Empieza incidiendo en esa creencia errónea que nos hace percibir la democracia como algo absolutamente racional (programas, hechos, políticas…) reduciendo el factor emocional (banal). También explica la influencia de un quiste cerebral que pinza los nervios visuales creado por la mitificación del sistema democrático después de cuarenta años de Paquismo. Esperamos demasiado, soñamos con que transforme la sociedad y especialmente mi propia realidad. El oftalmólogo insiste en los peligros de las ilusiones ópticas. Luego habla de la articulación de los colores (ideologías) producto de la simplificación del ciudadano poco informado, al futuro votante hay que mascarle las opciones, no tiene ni tiempo ni ganas de ver qué hay detrás de cada espejismo. El PP (los que aseguran la estabilidad), PSOE (los que facilitaron los avances sociales), Podemos (los revolucionarios que acabarán con la casta), Ciudadanos (agentes de cambio moderado, antibolivarianos), CiU o ERC (si tuviéramos un estado todo iría mejor). Arias Maldonado etiqueta a los diferentes grupos de votantes como tribus morales.
La política española está dominada por
sentimientos de alta intensidad, intuitivos, posesivos, semejantes al amor (y
su opuesto, el odio). Esa sentimentalidad visceral impide la deliberación, algunos
politólogos apelan a asociarse a un sentimiento más pausado, más reflexivo, con
más recorrido, algo parecido a la amistad.
Mi doctor particular reflexiona sobre las nuevas
tecnologías y la globalización, nuevos entornos que lejos de abrir las
compuertas a una mejor deliberación democrática mueven a los twitteros o
facebookeros como enjambres encolerizados que introducen en la conversión más ruido que argumentos.
Doctor, ¿y qué hago? ¿Qué colirio elijo? Arias
Maldonado me recomienda el compuesto etiquetado como ciudadano irónico, aquel
que lleva al cegato provisional a mirarse con distancia, a enfrentarse a sus ideas, ideales e ideologías como un fruto
de múltiples alienaciones (familia, escuela, cultura…). A las tres o cuatro
tomas me asegura que empezaré a contemplar la democracia actual como una
ficción, un espacio que permite el diálogo entre las diferentes tribus morales
(parece que se ha acabado la hegemonía de las dos preponderantes) y que si se
aplica la selección natural en política irá dejando en el poder a las más
resistentes y arrojará al vacío a las más débiles.
Siento alivio, poco a poco me vuelvo autónomo
(como me advirtió el preciado oftalmólogo), o sea, soy capaz de dar un paso
atrás y contemplar la (mi) realidad con una conciencia más limpia. Prueben el
colirio y empezarán a ver los rostros de la manipulación.
Gracias por ayudarnos a recuperar la perspectiva, que tan fácilmente se pierde...
ResponEliminaUn par de gotas en cada ojo y arreglado...
EliminaUn par de gotas en cada ojo y arreglado...
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