dilluns, 4 de maig del 2015

MATERNIDAD: REVISIÓN DE PROGRAMAS



Lo hice el 19 de marzo con la paternidad y me parecía imprescindible ocuparme de la maternidad después del vendaval de pastelitos, ramos de flores y alabanzas observadas durante el día de ayer. En tiempos de zozobra de la estructura familiar, de reorganización y cuestionamiento, la figura de la madre no puede quedar intacta (ni quedará). Lo que hay debajo de una madre es una mujer, puede que haya veces que sea difícil de identificarla, queda sepultada por las obligaciones y los prejuicios, los tópicos y los intereses perversos que ha sabido vender el patriarcado para que se identifiquen las dos (mujer y madre) buscando una fijación al rol paralizante y obediente. En los nuevos tiempos empiezan a escucharse voces disidentes que cuestionan la línea de acero que lleva a las mujeres a ser madres. Ni son unas egoístas, ni se pasa ningún arroz, ni hay llamadas extraplanetarias para no dejar extinguirse la especie. Es una opción y que puede ser vivida de muchas formas, la uniformidad de pensamiento empieza a resquebrajarse no sin dolor para las que atentan contra estructuras tan ancestralmente aceptadas. 


La familia ha sido la difusora oficial de las ideas patriarcales, vivero de experiencias desde el segundo uno de las existencia del recién llegado (niño o niña) que marca y condiciona sus programas cerebrales para una perpetuación perfecta del dominio masculino. El hombre produce y la mujer se ocupa del mundo de los sentimientos, de la intendencia y de la retaguardia (fregar, planchar, cocinar…) Madre no hay más que una (evidencia trucada de cadenas), si no eres madre no puede entender, madre incondicional, madre abnegada, madre que da la vida. Las losas se acumulan sobre los cerebros de las mujeres y en muchos casos levantar el peso es imposible. Pero insisto, las nuevas realidades familiares condicionadas por la libertad en la elección de pareja (madres biológicas, madres sin hijos, madrastras), por la incorporación (todavía deficiente y mal pagada) de la mujer en el mundo laboral (huida de las madres atadas a la pata del hogar) y por un individualismo que exige la felicidad aquí y ahora (madres con inquietudes, madres que no vinculan su felicidad a la crianza) desvinculándose del ideal Sagrada Familia católico, empiezan a desarticular circuitos y a generar las bases de una nueva maternidad.
El acto de amor de la maternidad no puede ser verdadero si se rige inexorablemente por la incondicionalidad (cuidado que llegan los hijos tiranos), por las obligaciones sociales (madre y padre pueden intercambiar funciones sin demasiado problema y no hay cajones estanco para nadie), por las necesidades de recompensas que pueden derivar en sobreprotección y esclavitud. La maternidad debe ganar en libertad, en opcionalidad, en diseño personal, en desvinculación con los anuncios ñoños.
En fin, esto solo era un esbozo, una reacción a la ortodoxia que proviene de otros siglos. Le dedico este escrito a mi madre, lleva muerta más de veintisiete años, cada vez que me quería me hacía más débil, cada vez que era más madre era menos mujer. Agradezco sus esfuerzos y su dedicación, desde la libertad que da su ausencia, porque la gratitud suele ser silenciosa y para adentro.  

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