La debacle del PP ha sido clamorosa. Sin
paliativos, han perdido mayorías absolutas por doquier, se jubilan múltiples
bastiones, no hubo balconcillos ni torpes saltitos de alegría, ni retórica
grandilocuente disfrazada de humildad. La gaviota va con muletas este lunes de resaca electoral.
Los
que creen en milagros tienen un cuervo negro sobrevolando sus cabezas, en su
pico lleva cerca de seis millones de votos. Van a sus trabajos (si tienen
suerte) absortos en un pensamiento circular, cómo puede ser que después de
sufrir la legislatura más corrupta de la democracia haya seis millones de vecinos
que les hayan dado otra oportunidad a los peperos para que les fastidien. La política es pura
sociología. Cuesta mucho ganar votos desde la oposición, hay que picar piedra,
hay que explotar todas las debilidades del que manda sin despertar la susceptibilidad
del populacho que puede tener la sensación de pelele manipulado por un quítate
tú que me pongo yo.
El poder posee infinitos esbirros a sueldo (alcaldes, concejales, funcionarios designados a dedo o proclives a la trepa, proveedores, organizadores de festejos, gabinetes jurídicos, empresarios amigos, comisionistas que tienen buena mano con el mundo asociativo, subvenciones, convenios, empresas que cuidan la imagen, medios de comunicación comprados, voceras con nómina). El poder es rocoso y sus garras no sueltan los privilegios.
El poder posee infinitos esbirros a sueldo (alcaldes, concejales, funcionarios designados a dedo o proclives a la trepa, proveedores, organizadores de festejos, gabinetes jurídicos, empresarios amigos, comisionistas que tienen buena mano con el mundo asociativo, subvenciones, convenios, empresas que cuidan la imagen, medios de comunicación comprados, voceras con nómina). El poder es rocoso y sus garras no sueltan los privilegios.
Ayer se acabó el juego. No porque perdiera votos
el PP, la historia de la joven democracia española es la de una
alternancia sucesiva, si el receptor de los votos perdidos hubiese sido el PSOE
(que también perdió lo suyo por idénticas razones), estaríamos ante el inicio de
un nuevo movimiento del péndulo. Esta vez ha sido diferente, lo perdido se ha
repartido entre nuevos actores, especialmente Podemos y Ciudadanos. El mismo
pastel tiene que repartirse entre cuatro. Los ideólogos trucados nos anuncian
problemas de gobernabilidad cuando en el fondo es un problema de reparto de
poder (y de pasta). Intuyo que esa vigilancia a cuatro va a ser beneficiosa
para los ciudadanos, no por la moralidad exquisita de los nuevos (uno no cree
que sean unos santos) sino porque cuando a alguien le quite su parte de la de tarta
gritará y alertará al conjunto de la ciudadanía de que hay un zafio que se quiere
quedar con todo, la situación de estos últimos cuatro años en el bando
gaviotero (antes o en Andalucía en el de los capullos).
Otros cambios más profundos no los advierto, no
son posibles con unas simples elecciones, vienen de la mano de un incremento cultural
real (sin él no existe deliberación posible), de una regeneración moral
profunda de los ciudadanos (los políticos no son más que un espejo), de una
nueva visión de lo público (que evite esa escandalosa polarización entre ricos
y pobres). Ayer se decidió un nuevo reparto de poder, el progreso de una
sociedad es otra cosa bien diferente, recae en cada una de las
individualidades, en firmar un nuevo contrato social donde las
responsabilidades sean reales, en definir unas leyes apropiadas (no para la
oportunidad), en dedicar los esfuerzos a lo realmente importante para el
conjunto y no para el poder financiero y sus adláteres. Pero mientras, todos
fingiremos que hay una nueva esperanza, hasta que los sueños se conviertan en
pesadillas.
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