La ignorancia religiosa puede llevar a quitar
el acento a la palabreja, ni se os ocurra aunque estemos mediatizados por la
llegada del finde. Aprovechando que estamos sin Papa (de Roma) he pensado en
darle un poco al cilicio.
Un poquito de látigo a los profes no nos iría
nada mal. Un bajarnos los humos y aproximarnos al mundo de los mortales
tampoco. Ser poseedores de una carrera universitaria no nos exime de pecado
(referencia oportuna en tiempo de cónclave).
Si yo fuera tu madre te iba a poner derecho….
La célebre frase sale de la boca de la profe de
castellano mientras hago una guardia. Una treinteañera que no ha tenido todavía
oportunidad (no sé si queriendo o sin querer) de tener descendencia. Desde nuestro
púlpito (antes había tarimas pero ahora estamos tan próximos a los alumnos que
nos embargan con sus olores protuberantes) se explica muy bien la vida. El lema
de los sotaneros (ahora van en tejanos como si tal cosa) es bien conocido:
Haced lo que yo digo pero no hagáis lo que yo hago.
Ser padre o madre de un adolescente en la
actualidad es una profesión de riesgo. Lo digo con conocimiento de causa
absoluto. Ser profesores de Castellano o de cualquier otra disciplina de las
que sufren las hordas barbilampiñas y neotetonas, tanto igual. Hacernos
reproches mutuos pueda llegar a ser una imbecilidad imperdonable. Tal vez, acción
digna de cobardes que prefieren ampararse en el mal de muchos en lugar de pagar
sus penitencias (ya vemos como no para de emerger el lenguaje sacro en el discurso, será influencia
de la escolarización en colegio de curas).
Mi generación (yo a la cabeza) hemos suspendido
como padres, pero con una calabaza como la catedral de Burgos, sin paliativos
ni engañabobos. Hemos consentido a estos zagales lo que no está en los escritos,
les hemos dado el cetro del poder y ahora no lo sueltan ni haciéndoles
cosquillas. Les hemos asegurado el sustento sin contrapartidas a cambio (pírricas
estadísticas de colaboración de los adolescentes en las tareas domésticas), les
hemos privado del fracaso (les dejamos repetir, les recuperamos treinta veces,
les damos millones de oportunidades de cambio que se las pasan por el…) y les
hemos dado rienda suelta a la mala educación (una hostia está prohibida, faltaba
plus, pero sus capulladas las ampara la ley del menor, relación desigual donde
las hubiere).
La generación de profesionales de la educación
cibernéticos, instruidos en educación emocional, ecología y sexualidad, los
profesores 2.0., 3.0. y 4.0 (to be continued),hemos cateado por blandengues,
abrazafarolas y cagamandurrias (yo de
nuevo a la cabeza). Hemos dejado que nos arruinen la cultura del esfuerzo, la curiosidad connatural, el respeto a los mayores y miles
de mandamientos útiles e imprescindibles para aprender como Dios manda (efecto
cónclave).
Llega el momento de la profunda contrición
(joder, qué religioso me está saliendo el texto), hemos pecado contra Dios (o
sea, los profundos fundamentos de la práctica docente con mayúsculas) y llega
el momento de hacer propósito de enmienda y de no volver a pecar.
Amén y que nos den.
Bueno como desahogo lo entiendo pero de verdad que me parece una frivolidad decir que la Ley del Menor ampara las capulladas o capulleces de los adolescentes. Cuando quiera ampliar conocimientos dése un paseo por un Centro de Menores, se lo recomiendo
ResponEliminaLa ironía no admite lecturas al pie de la letra. He escuchado a menores amenazar a sus padres con la citada ley para intimidarlos y a eso me refiero en mi escrito, es obvio, que otra cosa muy diferente son los malos tratos que requieren del peso de la citada ley.
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