dijous, 14 de març del 2013

UNA PELI, PROFE



El séptimo arte ha perdido mucho terreno en la educación (no soltaré el rollo del 21% de IVA que aquí no procede). En mi tierna adolescencia (¿Memorias de África, profe? exclaman mis alumnos cuando buceo en el pasado), si un señor profesor (de usted les llamábamos) nos anunciaba proyección, un calorcillo de satisfacción recorría nuestras manos extenuadas de apuntes, resúmenes y ejercicios. Las pelis que echaban por la tele eran en blanco y negro (nada de meterse con mi edad o hay tiros) y las pantallas de plasma eran un sueño futurista. No había proyectores en las aulas, ni demasiado dinero para ir al cine. Nos llevaban como borregos a la sala de actos del cole y nada más hacerse la oscuridad un berrido soliviantaba al profe que paraba la peli y nos amenazaba con exámenes infranqueables. Después del desfogue, nos callábamos como muertos y sacábamos nuestra mejor cara de atención.

Estos alumnos míos lo han visto todo. Consumen series americanas de todos los contenidos y texturas, culebrones caribeños y producciones autóctonas, en el móvil, en el ordenador o en pantalla doméstica de tropecientas mil pulgadas. Como si comieran kikos, ven porno a escondidas y se descargan los estrenos (básicamente de mamporros) a lo sir Francis Drake. Es por ello, que cuando les anuncio peli se me parten de risa en los morros. 

           -¿Cuála es?
           -Nada de pensar, eh, profe… 
      -Muermos terminantemente prohibidos, que a ti te gustan unas pelis que son para roncar.

Y así hasta que le doy al Play. Tengo que recurrir al cine alternativo para esquivar al típico cabrito revienta finales. Tengo que pelearme a brazo partido para que miren la pantalla. Tengo que expulsar a alguno que le gusta meter cuchara cuando no toca. Y al final, casi nunca les gusta la peli, esa insatisfacción tan adolescente que me produce unas ganas de mandarlos a….
          -Una peli, profe. 
Vale, porque sois vosotros y os tengo confianza. Aquí os dejo un corto (muy corto, no más de 3 minutos) lleno de ingenio y de realidad. Pobre inventor del número pi, años y años de investigaciones para acabar así.    
                                                                       VER PELI

 

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